Soledad... Su soledad... Tantas soledades al mismo tiempo...
Una sensación que se engendró en su ser desde aquella época oscura, desde esa noche aún más oscura de septiembre, cuando brutalmente los subieron a un auto, a ella y a su esposo, sin razón. No sirvió de nada declararse inocentes de todos los cargos que días después les recitaron de memoria en la humedad de un centro de detención clandestino. El calvario al que fueron sometidos duró varios meses,siete para ser exactos. Durante ese tiempo vio morir a su esposo, y a tantos otros, víctimas de torturas. Vio crecer su vientre donde florecía ese hijo que estaban esperando con tanta felicidad. Y lo último que vio fue como se lo arrancaban de sus entrañas, en un parto forzado, entre sangre y drogas. Entre inconsciencia y dolor.
Después dejó de ver, por mucho tiempo, la realidad. De a ratos escuchaba entre vejaciones las preguntas de las que no tenía respuestas. Hasta que un día se cansaron, se apiadaron y tuvo la suerte de que decidieran liberarla. Una de pocos, una de tantos. La soltaron en un descampado, agonizante, abusada de todos los modos posibles, sucia por fuera y por dentro.
La vida quiso que la encontraran y gracias a las manos generosas de una familia solidaria y de los médicos pudo recomponer su existencia.
Y aunque pasaron los años y esa etapa terrible de la historia pasó, cada noche ella y su recuerdo se recuestan en la cama y se abrazan sintiendo su vientre vacío con la esperanza de que algún día, en algún lugar, la vida le devuelva lo que le arrancó y pueda dejar de sentir en su cuerpo y en su alma tanta soledad.
Sindel Avefénix
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