Lo que viene después del después es el vértigo, la oscilación intermitente entre la certidumbre de lo correcto y la incertidumbre del error. Es el puente colgante entre el mutismo autoinfligido de la boca y la verborragia implacable de la mirada que es reflejo exacto de la introspección.
Lo que viene después del después es el vacío, el cuenco deshabitado entre un labio y otro, la nueva vacante entre un lado de la cama y la pared: y el desierto, el desierto que acumula la arena transitada entre el recuerdo y el olvido.
Lo que viene después del después es la sensación de querer llenarlo todo, inminente necesidad de atiborrar los huecos con cualquier artificio, con besos ajenos, con cuerpos fríos, con cualquier nuevo dato que suplante y decolore hasta hacer invisible todo lo anterior.
Es un sube y baja emocional constante entre las alas que dan la libertad, los estigmas que dejan el abandono y la lasitud recostada en la soledad de la paz. Es la memoria pintando de luto las viejos muros conocidos y pisando ingrávida el blanco suelo de los espacios a descubrir.
Lo que viene después del después es impredecible, es la pugna inconsciente entre abrir la mano para tomar otro destino o cerrar el puño para mantener intactas las huellas impregnadas de un tiempo que ya se fue.
Lo que viene después del después es la antesala de lo que vendrá.
Sindel Avefénix
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