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miércoles, 1 de abril de 2020

Convocatoria: Este jueves un relato "Desde mi ventana, la vida sigue"




Hace un tiempo no tan lejano lo único que quería era llegar a casa, cerrar las cortinas y sacarme la ropa de trabajo para descansar de la rutina. Quedarme entre las paredes de mi hogar y no tener que volver a salir.
Pero la vida nos cambia en un segundo y todo lo que creíamos que era, deja de ser.
El aislamiento social obligatorio, como lo llaman por acá,  fue simple de cumplir los primeros días. Levantarse más tarde, desayunar sin apuro  en casa, trabajar sin tener que estar peinada o maquillada, poder descansar entre respuesta y respuesta. Era un paraíso. Toda una novedad.
Pero pasaron los días y  la novedad se comenzó a hacer monotonía, pintando una jaula en la que se encerraron nuestras más simples libertades y llenando de confusión un después incierto lleno de ausencias y pesar. 
Ahora después de 13 días mis deseos y mis elecciones cambiaron. Por eso lo primero que hago cuando me despierto es abrir las cortinas, pararme frente a la ventana abierta, respirar y tomarme un tiempo para mirar más allá, las cosas que siempre estuvieron y que no supe ver.
Como el lugar donde vivo es un lugar alto lo primero que diviso es el cielo, las nubes que lo bordan y unas cuantas bandadas de pájaros que nunca había visto en tal cantidad rompiendo el celeste y blanco del paisaje con perfecta sincronía de vuelo.  
A lo lejos veo el campanario de la Iglesia lleno de palomas. Un poco más cerca, si miro hacia abajo, está la puerta de la escuela vacía, la librería cerrada, siempre el mismo perro suelto  que corta el silencio con sus ladridos. La calle, que parece una línea gruesa pintada y que está rodeada de arboles ya  desnudando sus hojas amarillas y secas sobre la vereda.
Es toda una impecable escenografía otoñal, entre gigantes de cemento, la me regala la naturaleza afuera. Un panorama que contrasta con los cientos de rostros preocupados que miran con añoranza lo mismo que yo, desde adentro; emergiendo en cada ventana del barrio, en cada balcón lindero, en cada pedacito desde donde se pueda mirar algo que sea más esperanzador  que los relojes y  la incertidumbre.

Sindel Avefénix



 Para más miradas desde la ventana pasar por: MOLI DEL CANYER

Todos los textos que están expuestos en este blog son propiedad intelectual de mi persona y están registrados bajo el nombre Sindel Avefénix. Salvo menciones expresas de otros autores.

martes, 24 de marzo de 2020

Convocatoria: Este jueves un relato "La habitación del cuadro"


Este jueves me uno a la convocatoria de MAG eligiendo este hermoso cuadro "Amelia" de Amanda Clark en el cual predomina el color negro, que es el que usaré de referencia en mi relato. 
Amelia - Amanda Clark (c)




Cae la tarde de un día más de tantos.
Estamos latiendo en un tiempo de instantes dilatados, de interminables preguntas que van mutando en cada caso y en cada circunstancia su respuesta.
Es tarde, demasiado tarde para ahogar en hipocresía nuestra esencia.  Nos encontramos desnudos dejando aflorar  lo mejor o lo peor de nosotros, parados de frente a una naturaleza que ignoramos por años y que nos pide a gritos un poco de respeto.
Miro alrededor de la habitación que me asignaron.  Las paredes blancas, el imponente ventanal que invita a disfrutar de un aire que no puedo salir a respirar.  
El calor traspasa el cristal y lo dejo acariciarme buscando un poco de consuelo.  Cierro los ojos dejándome llevar por esa sensación cálida del crepúsculo y cuando vuelvo a abrirlos en la pared de enfrente descubro el cuadro.
Es la noche,  en trance, soltando al mundo y sin premura su azabache cabellera. La brisa del universo  la va meciendo al ritmo de ese ensueño que la posee y desde el cuál aparecen entre la negra espesura titilantes estrellas, rayos de luz de luna  enredados, pariéndose  en la oscuridad.  Un racimo de esperanzas plateadas, destellos en la tiniebla. Un conejo salido de la nada salta entre las hojas y va directo al  corazón de la figura, tal vez para despertarla, tal vez para inyectarle un soplo de magia, un atisbo de vida.
Se apagan las luces, ya no veo el cuadro ni las paredes blancas, ni el ventanal.
Algunos musitan una sombría sucesión de ruegos tardíos que no podrán salvarnos de lo que provocamos nosotros mismos.
Otros, solamente, esperamos un milagro, una señal, una sentencia.

Sindel Avefénix


No se pierdan más relatos en lo de: MAG - LA TRASTIENDA DEL PECADO




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