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miércoles, 29 de febrero de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "El apego a un objeto"





                    Este jueves un relato: "El apego a un objeto"


Les voy presentando los relatos que me van llegando.
A disfrutarlos!!!


Julián                                            Gustavo


Natalia                                           Rosa                                      


Pepe                                              Susurros


Cass                                              María José


José Vte.                                       María Liberona


Juan Carlos                                  San


Carmen                                         Alfredo


Wendy                                          Verónica



Mónica                                          Sindel


Secretos                                       Gastón  


Manuel                                          Carol


Cristina                                         Encarni


Sindel (Nuevo relato)                   Maat


Matices




Muchas gracias a todos por participar!!!
                                                     

Convocatoria: Este jueves un relato "El apego a un objeto"

Mi jueves





Quiero aclarar que cometí un error, este relato ya lo había subido antes en mi blog, la verdad lo había olvidado por completo,  gracias a Mónica que me lo recordó me di cuenta. 
Lo elegí porque me pareció que cumplía más que ninguno con la consigna, a los que lo hayan leído antes les pido disculpas por la repetición.  
Les dejo un nuevo relato que escribí hoy para cubrir esta falta.
Gracias :)






Susy, la otra muñeca



Para el  cumpleaños de Fabiana, el papá le trajo de regalo una novedosa muñeca “Cindy”. 
Era increíblemente hermosa, rubia, de cabello ensortijado y tenía una carita perfecta. Sus brazos y piernas se articulaban como los de una persona. Tenía la piel suave y muy bronceada. Fabi me la prestó un rato y yo no podía dejar de mirarla, moverle los brazos, e investigarla. Apenas llegué a casa les pedí a mis papás que me compraran una. Ellos me explicaron que esas muñecas eran importadas, y que en ese momento no podían gastar tanto dinero porque a papá lo habían despedido de su empleo. Pero, si esperaba hasta Navidad, iban a  hacer lo imposible para darme el gusto. Faltaban dos meses para que llegaran las fiestas y  yo no dejaba de soñar con tener esa muñeca en mis manos.
Cuando llegó la Navidad en el árbol estaba mi regalo. No aguanté hasta las doce, y lo abrí a escondidas para espiar si era lo que tanto esperaba. Mi mamá, que me vio justito, me dijo que ya que había empezado a abrirlo lo hiciera de una vez. Mis manitos arrancaron el papel plateado y descubrieron una caja que decía: “Susy, la primer muñeca articulada nacional”.  La saqué sin respirar. Era más chiquita que la “Cindy”, pero a simple vista estaba bien. Venía vestida con un conjunto que le cubría los brazos y las piernas, y tenía el cabello recogido en una larga trenza rubia. La verdad, no me gustaba mucho lo que veía, pero la llevé a mi cuarto y empecé a observarla mejor. Le solté la trenza y empecé a peinarla, gran parte del cabello se quedó en el peine, ya habíamos empezado mal. Dejé eso para otro momento y me dediqué a sacarle la ropa para ver como era su piel. Me sorprendió ver que era blanca, y al tacto dura y áspera. Sus brazos se articulaban, pero las articulaciones se veían y eso le daba un aspecto monstruoso. Me puse a llorar, la muñeca era espantosa. Me daba vergüenza tener que mostrarle a mis amigas ese regalo. La dejé a un costado sin mirarla y me fui a dormir.
Al otro día todas las nenas del barrio sacaban sus “Cindy” a la calle para jugar, yo me hice la tonta y les dije que me la había olvidado en casa. Estaban orgullosas de sus muñecas perfectas, las vestían de novia, de princesa, de señoritas. Cuando llegué a casa mi mamá estaba triste. Me preguntó por qué no había llevado mi “Susy” para jugar. Me puse nerviosa y admití que no me había gustado, porque era imperfecta y muy diferente a las otras, y si mis amigas la veían se iban a reir de mí. Y esa fue la primera vez que la vi llorar. Me abrazó fuerte y me pidió perdón por no haber podido comprarme la muñeca que deseaba. Me contó que habían tenido que ahorrar mucho para poder llegar a ésta, y que, tanto ella como papá, habían estado contentos de poder hacerlo y darme esa alegría. No dije nada y fui a mi cuarto con un nudo que empezaba por apretarme la panza y me subía hasta el pecho. Me senté en la cama, miré a Susy que tirada en un rincón me miraba con sus ojos celestes y sus pestañas delineadas. La tomé en mis manos y muy despacito empecé a trenzarle el cabello. Le inventé un peinado alto para disimular la parte que se le había salido. La volví a vestir haciéndole un nudo en la blusa que le daba un aire canchero. ¡No había quedado nada mal!  Esa noche la puse en mi cama para dormir.
A partir de ese día la llevaba a todos lados para jugar. Al principio las demás nenas la miraban con asombro, era diferente, pero al tener las articulaciones expuestas tenía mayor amplitud de movimientos, se podía sentar, cruzar las piernas y mantenerse de pie en cualquier actitud que yo deseara. ¡Era la reina de los movimientos! Me divertía mucho con ella, le hacía vestidos, tocados, y carteritas tejidas. Era mi fiel compañera.
Para mi cumpleaños, unos meses después, mi papá ya había conseguido empleo. Me sorprendieron con un regalo que no esperaba, una real muñeca “Cindy”.  Me sentí muy feliz de poder tenerla por fin entre mis manos, pero cuando la mire, supe que jamás podría llegar a ser como Susy, que a pesar de sus defectos había logrado instalarse en un lugar muy especial de mi corazón. Quizás, porque me había enseñado que aún siendo imperfecta tenía otras condiciones que me hacían feliz.
A medida que fui creciendo Susy se fue quedando a mi lado.  Cada vez que mi mamá la ponía en el cajón de los juguetes viejos para regalar, yo iba detrás y la rescataba. Hasta que por fin se dio por vencida y terminamos encontrándole juntas un lugar en la repisa donde estaban mis libros de la  universidad.
Ahora Susy,  que está casi pelada y con un brazo menos, ocupa un estante muy especial, entre los trofeos que ganaron mis hijos en la escuela y la foto de mis viejos. 
                                                                                  Sindel Avefenix

PD: Aquí les dejo una imagen que encontré de una muñeca muy parecida a Susy para que la vean.







                                        

sábado, 25 de febrero de 2012

Convocatoria para el 01-03-2012 - Este jueves un relato: "El apego a un objeto"

Este jueves tengo el placer de ser la anfitriona de los encuentros jueveros, quiero agradecerle a Gustavo que me dio esta oportunidad. Y de paso agradecerles a todos los que me acogieron en este maravilloso grupo que me llena de satisfacciones y alegrías.




 Este jueves un relato "El  apego a un objeto"








Todos alguna vez tuvimos apego por algo, hemos generado un vínculo estrecho con una cosa de la cual no queríamos separarnos ni desprendernos. Un juguete, una prenda de vestir, o algo que nos haya acompañado durante una etapa de nuestra vida, y que aunque ahora lo hayamos dejado relegado por diferentes razones, aun conservamos, ya sea materialmente o en nuestro corazón. Algo que nos traiga recuerdos, que haya sobrevivido a mudanzas, a limpiezas de placards, que uno haya estado por tirar cien veces, pero que a la larga lo haya vuelto a guardar por cábala, por nostalgia, o por apego.
Estoy segura que hay muchas historias maravillosas para contar detrás de esto, y sé que si no las hay podrán inventarlas de lujo,  así que aquí los espero con sus relatos  mis amigos jueveros.

Como siempre seguimos con las normas de Tésalo, cuando ya lo hayas publicado, dejame tu URL y publico tu enlace. Se admiten tempraneros que quieran publicar antes del jueves y  rezagados que publiquen con posterioridad.
Gracias por participar, un abrazo gigante 





miércoles, 22 de febrero de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "Me ocurrió algo extraordinario"




No hay nada más estresante que las mudanzas, pero entre tanta locura, hubo algo que me trajo una brisa fresca de recuerdos en las recalentadas arcas de mi memoria.
En uno de los últimos cajones que vacié, encontré una cajita verde decorada con purpurina. Adentro y envuelta en un papel de servilleta estaba la pila de calculadora que había sido protagonista del incidente con Nicolás.
Vivíamos en el departamento de Boedo. Era un dos ambientes con un comedor muy chico, pero la habitación nos había permitido poner todos los muebles que teníamos. La cama matrimonial, las mesas de luz y en un rincón,  cerca de la ventana, la cunita de Nico que recién empezaba a caminar y se metía por todos lados abriendo cajones, y todo lo que estuviera en su camino.
Me acuerdo que estaba muy ocupada con los preparativos para su bautismo. Habíamos coordinado festejar su primer año y el bautismo juntos para ahorrarnos un poco de dinero. El taxi que manejaba Claudio era de alquiler y nos dejaba muy poca ganancia para vivir. A mí, me habían despedido de mi trabajo hacía unos meses y estábamos apretadísimos con todo.
Había decidido mirar todos los programas de “Utilísima” para sacar ideas simples y hacer yo misma todo lo que fuera parte de la decoración, y las tarjetas. Por suerte los padrinos se habían encargado de los souvenirs, la torta y la ropa del agasajado.
Los días anteriores fueron una locura, organizar la comida, los invitados, la Iglesia, la ropa, etc. Estaba estresadísima y Nico no paraba de portarse mal.
El viernes, cuando faltaba solamente un día, yo estaba en el comedor distraída terminando las guirnaldas. De golpe me di cuenta que Nico estaba muy callado, y fuera de mi vista.  Entré rápido a la habitación y lo vi. Fue todo en un segundo, tenía en su manito la calculadora de bolsillo, había abierto los cajones de las mesas de luz, la tapa de la calculadora estaba en el piso, y la pila brillaba sobre su lengua como si fuera un caramelo. ¡Grité! Le pedí que no la tragara y que abriera la boca, pero en un acto de desafío tragó saliva y la pila no brilló más.
Corriendo, desesperada, lo alcé en mis brazos, tomé un taxi y lo llevé al Hospital. Le expliqué al pediatra de Guardia lo que había pasado, pero no me creyó. Me dijo que seguramente me había parecido verla en su boquita. Por las dudas me mandó a hacerle una placa, y me pidió que me quedara tranquila, porque iba a salir todo bien.
Cuando vi la cara del radiólogo, supe que yo tenía razón. Me preguntó qué era lo que se había tragado. Le conté que era una pila, y muy nervioso salió corriendo llevándose la placa para que la viera el pediatra. Cuando me llamaron al consultorio estaban pálidos, la pila estaba alojada en el esófago y había que rogar que no se encapsulara, ni se reventara  por efecto de los ácidos estomacales dentro del cuerpo. Nos fuimos a casa, con una dieta estricta de coliflor con salsa blanca, puré de calabaza, Danonino y mucho líquido. Había que esperar dos días, revisar los pañales minuciosamente, y tener la suerte de encontrar el tesoro perdido.
Cuando llegó mi marido y le conté, me propuso suspender la fiesta, pero después de pensarlo continuamos con todo sin decirle nada a nadie. El sábado pasó entre la angustia de no encontrar nada en el pañal, y la excitación de Nico por ver tanta gente que lo mimaba. El bautismo estuvo hermoso, los padrinos se emocionaron mucho, y la fiesta salió como todos esperábamos. Esa noche no pude dormir. Nos quedaba un día y si no pasaba nada, tenía que volver a llevarlo para que probaran con una cirugía para extraerle la pila ilesa.
El domingo se hizo larguísimo, cada vez que revisaba un pañal me temblaban las manos, y se me agitaba el pulso. A la noche empecé a prepararme para lo último que quedaba por hacer. Mi marido estaba preocupado, trataba de animarme pero mis pensamientos eran funestos y me sentía culpable por haberlo descuidado. Después de cenar, llevé a Nico a bañar, lo cambié y lo dejé que jugara un rato mientras le hacía engullir un Danonino  medio a la fuerza. De repente lo vi colorado y  sentí un olor insoportable que venía en oleadas. Recién le había puesto el pañal limpio para la noche, pero me di cuenta que lo iba a tener que cambiar otra vez. Cuando abrí el pañal, ya con la resignación de no encontrar nada, un brillo metálico apareció entre una pasta verde mezcla de restos de coliflor y calabaza. Nunca había visto un brillo más hermoso que ese, lo agarré con un algodón y casi muero de felicidad cuando confirmé que era la pila. Corrí a avisarle a mi marido, que de la emoción se tiró el café encima y terminó quemándose la pierna. No importaba, nada importaba. Nico estaba sano y recuperado sin necesidad de ninguna cirugía.
Tomé la pila, la limpié  bien con alcohol,  y la envolví en una servilleta.
La última vez que la vi, hasta hoy, fue cuando la puse en la cajita verde decorada con purpurina. La misma que hoy tengo en mis manos, con las que estuve embalando todo para empezar una nueva vida con mi hijo, que ya tiene diecisiete años y, que una vez, hace muchos años se tragó una pila, la tuvo en su cuerpo dos días y después la dejó salir.
                              Sindel Avefenix

Más relatos extraordinadios en lo de: Maru

miércoles, 15 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Tuve un sueño"




La espera
Llegó temprano a la estación de Flores con la ansiedad galopándole en las venas, y un manojo de sueños macerados en su necesidad de creer que ésta vez los haría realidad.
Se sentó sobre un banco viejo que estaba en el medio del andén para esperarlo. Sentía un nudo en el estómago, los minutos pasaban lentos, desesperantes.
Parecía que el sonido del tren le llegaba desde muy lejos, pero se dio cuenta que era su imaginación la que lo producía para acelerar el momento de la llegada.
La gente iba llegando al andén, pasaban delante de ella sin detenerse a mirarla, cada uno en su propio mundo, algunos la empujaban al pasar para acomodarse, pero no le importaba nada.  Ella seguía ahí, estática, con la mirada clavada en las vías, presintiendo el momento del encuentro, dibujándose en la mente cada escena, cada mirada, cada beso que él había prometido que le daría.
- Esta vez es para siempre -  le había dicho él.
Y ella le había creído.
- ¡Ahora sí!… ¡Viene el tren!... ¡Viene! …
Sintió el traqueteo desde cerca, el silbato anunciando el arribo, la gente que se apelotonaba para poder subir primero. Parecía que no terminaba nunca de parar en la estación. De repente se le cruzó la idea de que podía seguir de largo y se estremeció.
Le temblaban las piernas, estaba fuera de sí, deseosa de estar ya entre sus brazos para convertir en realidad ese cúmulo de ensoñaciones que la acompañaban desde que lo había conocido.
Por fin el tren paró, empezó a bajar la gente y ella a buscar la cara de su amante entre miles de caras desconocidas. Miró para todos lados, en todos los vagones, en todas las ventanillas, pero no lo encontró.
Su ansiedad se convirtió en agujas que la traspasaban, corrió de un extremo al otro de la estación con la ilusión de haberlo perdido de vista en el tumulto.
En pocos minutos el andén quedó vacío, y él no estaba…
El tren se fue despacio, llevándose consigo sus sueños, dejándola una vez más con el alma llena de amargura y desesperanza.
Ya no recordaba cuantas veces había padecido la misma escena, cuántos despertares abruptos la habían empujado a la realidad del olvido, ni cuantas lágrimas había derramado en su nombre, pero se juró a sí misma que éstas serían las últimas.


Más relatos de sueños en lo de: Pepe

jueves, 9 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "El arte de observar"


"Foto cedida por ElSilencio en Devianart"

Olvidar y recomenzar


Habían pasado varios meses desde que la había dejado, todo ese tiempo había luchado contra su corazón para poder olvidarlo. Noches enteras llorando, tocando con la yema de sus dedos ese espacio vacío en la cama. Había perdido el apetito, estaba extremadamente delgada y no le encontraba sentido a sus días.
Sus seres queridos la llamaban todo el tiempo, la acompañaban pero ella no podía dejar de sentir ese nudo apretado en la garganta, esa culpa constante de ser una mujer de cuarenta a la que su marido había dejado por otra más joven.
Cuando vio el anuncio de esa nueva empresa no dudo en buscar información. Los comentarios de la gente que había utilizado ese servicio eran excelentes. Leyó una vez más el slogan “Olvidar y recomenzar”.
Decidió ordenar su casa, y deshacerse de todas las cosas que la ataban a ese hombre. Rompió fotos, quemó cartas, regaló ropa vieja. Una vez que tuvo todo listo, se dispuso a presentarse en ese prometedor lugar.
Cuando llegó, la hicieron completar un formulario para que especificara claramente cuál era el recuerdo que quería borrar de su memoria. Luego pasó a una sala donde había una fila bastante concurrida delante de ella. Se armó de paciencia mientras inspeccionaba con sus ojos el lugar. Era amplio, casi en penumbras, sin más muebles que una silla vacía y una gran escalera. Al final de la misma había luz. Seguramente ahí le aplicarían la inyección que tanto anhelaba, la droga del olvido.  Y por fin podría liberarse de ese recuerdo amargo de abandono y frustración que la estaba acosando y destrozando.
Llegó su turno, miró la escalera que se desplegaba delante suyo. Era enorme, tenía veinte escalones, altos, difíciles de subir.
El primero lo subió rápido, sin dudar. Luego el otro, y otro… En la mitad del ascenso se detuvo, comenzó a sentir su mente inundada de momentos pasados… La primer cita, el compromiso, la boda…
Siguió adelante… La entrada a la iglesia, su vestido blanco, la luna de miel en Cuba…
Otro más… La compra de la casa, el proyecto de quedar embarazada, los tratamientos para fertilidad…
Quedaban pocos escalones… Las discusiones, la falta de intimidad, las sospechas…
El último escalón… El abandono, la violencia, las agresiones verbales…
Llegó a la puerta iluminada y entró, había tomado una buena decisión.
Salió de allí con una sensación de felicidad y renovación completa. Se acordaba de todo pero había algo que había quedado completamente en blanco. No le importaba, se sentía plena. Abrió la puerta de su casa, tiró el abrigo sobre el sofá y puso la contestadora para ver si tenía mensajes. Había uno, desde el otro lado de la línea un hombre le hablaba de arrepentimiento, de errores, de recomenzar.
Sin dudar borró el mensaje, seguramente era alguien que se había equivocado de número.
Por primera vez en meses volvió a dormir y a  soñar.
                                                                            Sindel Avefenix

Más relatos de "El arte de observar" en http://maticesdecolores.blogspot.com


miércoles, 1 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Persona que es curiosa tiene refrán para cada cosa"

Para este jueves busqué y rebusqué refranes para poder escribir un relato. Me quedé en blanco, eran tantos que no pude redondear una idea. Y bueno, suele pasar que a veces las musas no nos llegan a tiempo, pero igual escribí esto, para no dejar de estar presente. Espero que de todas formas les guste.





“Lo esencial es invisible a los ojos”
Cuando te miro profundamente desde mis ojos hacia tus enormes ojos negros, y me veo reflejada en tus pupilas, comprendo que te has vuelto esencial para mí.
No quiero que seas invisible, quiero que sigas ahí para poder reflejarme en vos, en esa unión mágica que hace que por un instante podamos vernos uno posado dentro del otro como un espejo que devuelve lo que sentimos.
Quiero conservarme iluminada en tus ojos, perderme enredada en tus pestañas, convertirme en paisaje y adentrarme en vos para devolverte un poco de toda esa serenidad que me das cuando estás conmigo.
Lo esencial es invisible a los ojos, pero mis ojos pueden ver lo esencial cuando te miro, a través de ese lenguaje silencioso que inventamos para decirnos tantas cosas tan solo con la mirada.


“A buen entendedor pocas palabras”
Solamente dos palabras pronunciadas desde tu boca y a través de tu voz.
Dos palabras que significan más que cualquier libro que se haya podido haber escrito, que muchos dicen de memoria, que otros dicen sin sentido.
Solamente dos palabras para poder sostener mis sueños, para poder soportar esperas, y alimentarme de  esa savia que corre por mis venas antes de cada encuentro.
Solamente dos palabras, porque soy buena entendedora y porque me basta escucharlas saliendo desde tus rincones más íntimos en ese momento perfecto donde las palabras se sostienen con los hechos.
A buen entendedor pocas palabras… Solamente dos…


“En casa de herrero cuchillo de palo”
Yo que era un alma con alas enormes que  se desplegaban sin cesar en eternos vuelos, que nunca había aterrizado por demasiado tiempo en ningún lugar.
Yo que tantas veces dije que no iba a encadenarme a ningún sentimiento terrenal que me cambiara el destino, o la libertad que buscaba.
Hoy estoy acurrucada junto al fuego de mis pasiones, esperando con ansiedad que llegues a mi lado para llenarme con tus besos y hacer de tu cuerpo mi eterna morada, el lugar donde siento que puedo ser libre y esclava al mismo tiempo.
Estoy con las alas plegadas,  han mutado en raíces que siembro entre tus cabellos, y una soga invisible me ata, como hechizada, a tus deseos.
En casa de herrero cuchillo de palo… Quien me ha visto, y quien me ve…

                                                         Sindel Avefenix

Más relatos con refranes en lo de: Verónica



jueves, 26 de enero de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "Brujas"



El castigo.
Mirta sentía que Roberto estaba cada vez más distante, ya casi no le prestaba atención. No podía dejar de sospechar que había otra mujer, pero no tenía las pruebas suficientes para confirmarlo.
Trataba de cubrir esas soledades ocupándose de su hija Lucila que con sus quince años le traía bastantes problemas.
Cuando se lo comentó a su amiga, ésta la convenció de ir a ver a una bruja para que se sacara las dudas.
Llegaron al consultorio de Madame Rubí y cuando se desplegaron las cartas de Tarot, la bruja le confirmó que su marido amaba a otra mujer más que a ella, y que ésta estaba más cerca de su entorno familiar de  lo que ella creía.
Salió dando tumbos, su amiga le pidió que se calmara pero Mirta sentía que quería vengarse y destruir a esa intrusa que le estaba robando el amor de Roberto. Le pidió a su amiga que la dejara sola para poder caminar un rato y  calmarse. Después de hacer unas cuadras se paró en seco, retrocedió hasta la casa de Madame Rubí y le pidió que la volviera a atender. Estaba llena de odio, de impotencia y de dolor.
La bruja, que vio una clienta potencial, la hizo pasar. Mirta le pidió que hiciera algo contra esa mujer que le estaba arruinando la vida. Madame Rubí  le dio una pócima para que le diera a su marido en la cena. Le explicó que a los dos días la persona que estuviera ocupando su corazón amanecería ciega sin ninguna razón médica que pudiera revertirlo. Le pidió que lo pensara bien, porque era un trabajo que tenía un precio muy alto, tanto en dinero como en su conciencia. Pero era tal el desprecio que sentía que no le importó ser responsable de semejante maldad. Pagó  por la pócima, pero sintió que era dinero bien invertido.
Durante la cena, ese mismo día, Mirta mezcló la pócima en el vino de Roberto, que lo tomó sin darse cuenta de nada. Esos días pasaron lentos, iba mirando por todos lados, leyendo las noticias, escuchando los comentarios del barrio, y preguntándole a su marido por sus compañeras de trabajo  para poder enterarse si alguien había sufrido ese castigo. Pero no pasó nada.
Al amanecer del segundo día un grito desgarrador la despertó, venía de la habitación de Lucila. Corrió como loca para ver qué había pasado. Abrió la puerta, encendió la luz y vio a su hija con  las manos extendidas, de sus ojos brotaba sangre y no dejaba de gritar que se había quedado ciega. 
                                                              Sindel Avefenix

Mas relatos de brujas en lo de: Inma Brujis

miércoles, 18 de enero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Un relato desde el corazón"




La decisión.

Miró el frasco de pastillas por última vez. Estaba seguro de que serían suficientes.
Las molió una por una hasta convertirlas en polvo y las guardó dentro de un sobre en su bolsillo.
Llegó al hospital temprano y fue directo a la Unidad Coronaria.
Pidió permiso a los médicos para pasar fuera del horario de visitas y entró a verla.
La besó en la frente y salió.
A las pocas horas lo encontraron muerto en una banca situada en el pasillo que daba a la habitación donde había estado  de visita antes.
En la mano tenía una carta que decía:
“Mi querida esposa y amor de mi vida:
Viendo que nos quedan pocas horas para poder salvarte y que el corazón para el transplante no llegó, tomé esta decisión.
No te enojes por lo que hago, pero mi vida sin vos sería la muerte misma, así que, sintiendo plenamente que desde el día en que te conocí mi corazón te pertenecía, llegó la hora de entregártelo.
No llores, porque ahora que mi corazón va a estar dentro de ti, tengo la felicidad absoluta de saber que vamos a estar juntos, como lo juré ante Dios, hasta que la muerte nos separe.
Nos reencontramos en unas horas, cuando despiertes, en nuestro primer latido.
Te amo.
Julián”

Más relatos desde el corazón el lo de: María José

lunes, 16 de enero de 2012

Mientras tanto




El encanto de las promesas utópicas se desintegra impasible ante mis ojos.
La validez de las palabras  pronunciadas arde devorada en la hoguera de la verdad.
La ansiedad de las ilusiones intenta salvarse a manotazos del mar de la desesperanza.
Las horas de las esperas lloran abortadas por la ingravidez del tiempo perdido.
Vacío… Soledad… Oscuridad… Todo eso a la vez dentro mío… y por fuera…
Por fuera está la necesidad hambrienta de querer seguir creyendo.
Está la búsqueda desahuciada de la fe corrompida.
La guerra entre lo que es y lo que uno desea que sea.
Batallas sangrientas contra uno mismo anhelando un poco de paz.
Mientras tanto… Mientras tanto y hasta que caiga vencida,  gana el simulacro.
La máscara sonriente que esconde la mirada y calla la voz.
                                                                                    Sindel Avefenix

jueves, 12 de enero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Profecías del fin del mundo"




El fin del mundo puede ser cualquier día, de cualquier año, en cualquier lugar...
Nos preocupamos por saber cuándo será, y cuáles de todas las profecías se cumplirán, sin darnos cuenta que lo único que tenemos es este momento, que quizás mañana ya no estemos en este mundo para presenciarlo.
Se me ocurrió una utopía. Hacer de cuenta que cada instante es el previo al fin de todo. Así podría disfrutar más de esos pequeños momentos que dejo pasar sin darme cuenta. Despertar, mirar el amanecer como algo nuevo cada día y no perderlo de vista.  Grabar esa imagen maravillosa de colores indefinidos en mis retinas. Agradecer que estoy viva. Tomar cada paso que doy en la calle como un avance más hacia donde quiero llegar y no como un camino obligado y sin sentido. Hacer las cosas en el momento y no dejarlas para un futuro que no sé si tengo. Compartir más tiempo con las personas que amo, decir lo que siento sin miedo a perder el orgullo por eso, sostener mis palabras, no prometer cosas que no estoy segura de poder cumplir. Dejar de poner excusas para tomar decisiones, especulando con que más adelante todo puede cambiar, porque el cambio es ahora.  Aprovechar cada segundo que tengo, y dar lo mejor de mi en todo lo que haga.
El mundo está girando ahora, y yo tengo los ojos abiertos. Todavía respiro, y en cada exhalación estoy dejando un pedazo de mi vida que no va a volver. No quiero dejar pasar más cosas por mi lado sin mirarlas, no quiero perderme más de esas caricias que puedo dar y recibir ya mismo.
Es difícil, lo sé porque soy parte de esa maquinaria social que hace todo a las corridas, con ese estado de supervivencia que me apura para llegar a ningún lado, sin tener la plenitud de poder tomarme un respiro. Pero ahora que me pongo a pensar, no quiero que me sorprenda ese momento preguntándome por qué no hice ciertas cosas, por qué no dije esa palabra, por qué esperé hasta estar con la soga con el cuello para querer estar realmente viva.
                                                 Sindel Avefenix

Más profecias del fin del mundo en lo de: SAN



domingo, 8 de enero de 2012

Quizas...




Quizás se rompió el hechizo
 y el embrujo de tus ojos
 ya no me atraviese el alma.
Quizás por tanto tirar de la cuerda
será que mis manos sangran.
Quizás por tantas esperas,
tantas promesas, tantas palabras,
será que hoy mis pasos avanzan,
mis ansiedades no existen
y mi boca calla.
Quizás por tantas fantasías
será que me crecieron alas.
Quizás quiero volar lejos...
Dejarte atrás... Borrarte de mi...
Recuperar mi aura...
                                          Sindel Avefenix

martes, 3 de enero de 2012

Confianza herida



Distinto escenario, otro tiempo, la misma y repetida historia.
¿Dónde fue que se perdió el valor de las palabras? ¿En que lugar quedó el respeto por el otro?
No puedo determinar en que momento entramos a este mundo de insolencia que lastima, y va dejando a su paso rastros de dolores, magullones en el alma de los que todavía creemos en la creación de vínculos y en el bienestar más allá de nosotros mismos.
No importa cuántas veces pasen por encima de mi fe, siempre vuelvo a creer.
Tiene que haber alguien que reciba mi mensaje, lo guarde en su corazón, y descifre este código de indicios que consiste en ejercer la sinceridad a cualquier costo. Porque el  costo más alto es comprender que fuimos engañados, utilizados bajo argumentos irreales y fantasías creadas con habilidad, para luego descartarnos haciéndonos sentir una extrema falta de dignidad y entereza.
Y cada vez que me equivoco, aunque sé que no vale la pena, mi confianza herida se envenena y me pregunto, cual es la manera de reconstruirla, de lograr el equilibrio entre creer  y descreer sin tener que llegar siempre a sentirme tan desierta.
He llegado a sospechar que algo debe haber en mí, que me torna vulnerable a este tipo de desencuentros, en los que solo me queda este gusto amargo de no entender al otro cuando me llega el silencio en lugar de la explicación.
Y es en ese hueco agudo de intrigas y preguntas sin respuestas, donde se va formando una herida que se torna cada vez más profunda con cada desengaño.
Me siento en un sitio equivocado, en un desconcierto pleno de mi propia decepción, como si la culpa fuera más mía que del otro, o si lo que estuviera equivocado fuera haber cometido el pecado de creer, de entregar mi integridad en otras manos que en lugar de sostenerla con cuidado, la estrujaron en un puño de indiferencia.
Me duele, pero esa angustia no logra que quiera dejar de seguir siendo yo misma la próxima vez, no sirvo para tomar venganza, ni para convertirme en lo que nunca quise, la mitad oscura de mi alma, la sombra de mis principios, la que sigue a la manada hacia el triste destino de la ruindad, de la despreocupación y la manipulación desmedida de los sentimientos ajenos.
                                                                             Sindel Avefenix

lunes, 2 de enero de 2012

Inerte


Inerte, así me quedo ante las pruebas del delito.


Ya no sangro. Mis venas están secas, lo único que corre por ellas es hielo.


Mis pupilas reflejan la mirada aguda de la confianza herida.


Fue una ruleta rusa, apreté el gatillo mil veces frente a mi cabeza.


Maceré un suicidio lento del alma. Cubrí mis heridas supurantes con paños de falsedades.


Pero hoy, el disparo no falló…



 El tiro de gracia entró certero.


Caminó por mis rincones oscuros… Destruyó lo poco de fe que quedaba en mí.


La verdad oculta…disfrazada…mentida…


La verdad duele…


La mentira mata…


Y yo quiero vivir.


                                                                                          Sindel Avefenix

martes, 27 de diciembre de 2011

Cuando...






Cuando alcancemos a borrar
el horizonte con los pasos,
y tomemos desde el cielo
una estrella entre las manos.
Cuando los mares del mundo
al fin se hayan evaporado,
y en las arenas del desierto
florezcan rosas en verano
Cuando se anime la luna
a mostrarnos su otro lado,
y los planetas se alineen
en dibujos arrebolados.
Cuando se cansé el sol
de darnos calor y amparo,
y no haya más esperanzas
en un tiempo anestesiado.
Cuando todo eso suceda,
y los sueños sean devorados,
lo único que seguirá intacto,
será mi amor eterno y claro.

                                                    Sindel Avefenix