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jueves, 1 de diciembre de 2011

Convocatoria: Este jueves un relato "Mascotas"




El pez dorado


Cuando era chico vivía en una casa enorme que estaba dividida en dos partes. Adelante vivía mi abuela materna, con la que tenía una afinidad especial, y atrás vivíamos nosotros.
A los 6 años me encapriché con tener una mascota, quería tener un perrito que me hiciera compañía, ya que era hijo único y me costaba mucho entretenerme. Pero mis papás me dijeron que no. Después les pedí un gatito total no necesitaba tantos cuidados como el perro y también me gustaban, pero nuevamente declinaron la petición. Así fui probando con hamsters, pájaros, y todo tipo de animalitos, hasta que se cansaron y me terminaron convenciendo de que no era necesario tener una mascota para ser feliz.
Mi abuela que siempre me daba todos los gustos, me dio una sorpresa. Me llevó a su casa y me mostró una pecera redonda llena de plantas, y  que en el centro contenía al pez más hermoso que jamás había visto. Era dorado, con una cola enorme y brillante. Me dijo que ella lo tenía ahí para que mis papás no me retaran, pero que lo tenía que cuidar y alimentar todos los días. Era un pez mágico, que tenía vida eterna como el amor que ella  tenía por mi.
Todos los días iba a alimentarlo, le cambiaba el agua, en esa época no había aireadores así que daba más trabajo, pero yo me había encariñado tanto con mi pez que era un placer prestarle atención. Lo único que me llamaba la atención es que a veces la pecera estaba vacía, pero mi abuela me decía que era porque había llevado al pez a encontrarse con sus hermanitos, que al otro día lo iba a traer de nuevo. Pasaron muchos años y el pez dorado jamás se murió.  

Un día a mi abuela la internaron de urgencia y fui a su casa a buscar ropa para llevarle al hospital. En la cocina estaba la pecera vacía, y al lado había una nota recordatoria. Ultimamente la abuela se olvidaba de todo y se anotaba las cosas para hacer y no tener que estar pidiendo ayuda. La nota decía “comprar un pez urgente para poner en la pecera antes que venga Martín”
No pude contener las lágrimas de emoción, tomé la nota y la estruje entre mis manos, se había roto la ilusión pero había ganado algo mejor, mi abuela era un ser especial, que me había enseñado a amar y sentirme amado. Así que decidí  seguirle el juego sin decirle nada. Como sabía que con el tema de la internación se iba a olvidar del pez, fui a la veterinaria y compré uno igual al que tenía. Lo puse en la pecera y lo seguí cuidando los días que ella no estuvo en la casa. Cuando le dieron el alta, lo primero que hizo fue ir directo a la cocina, y preguntarme si había visto la pecera. Le dije que si, que estaba como siempre con el pez mágico en el comedor. En ese momento me miró y pude leer en sus ojos que había comprendido todo, pero se hizo la disimulada y  sin decir nada, me abrazó.  A partir de ese día una tácita complicidad se generó entre los dos.

Hoy ya siendo adulto, y no estando mi abuela conmigo, sigo teniendo en el centro de mi hogar la pecera con el pez mágico dorado, que mis hijos pequeños admiran con extrañeza, porque les conté que iba a vivir eternamente como el amor inmenso que nos teníamos con mi abuela, y que hoy también tengo por ellos.

                                                              Sindel Avefenix




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12 comentarios:

  1. sí, ya te he recogido, sindellll...y no llegas tarde. aquí nadie llega tarde, ni yo mismo que siempre ando tarde..ajjaja
    medio beso...
    te leoooo con despaciosidadddd.

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  2. MARAVILLOSO Y CONMOVEDOR tu relato. Una lección de vida, de amor, bello como ese pez dorado. Brillante y luminoso ser, que todo humano tendría que tener el derecho y la obligación con quien convivir, para aprender por dónde va esto de vivir bien la vida...
    muchos cariños y gracias por tu relato.

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  3. Emotiva historia que conmueve a quien la lee.
    En mi caso, mi mamá una vez me compró un pececito azul muy bonito, pero lamentablemente también se murió muy pronto. Eso de cambiarle el agua diariamente no nos funcionó.

    Un abrazo.

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  4. le decía a rosa de los desastres que los últimos serán los primeros...y así, habiendo sido ella la última, fue la porimera de mi lista en ser leída...y vos..vos la segunda, auqnue por el texto ten hermoso que has dejado, tan sólo por eso, bien que has merecido ser la primera en mi lista...¡¡¡yo quiero tener un mi abuelo o una mi abuela así...henchid@ de amor para conmigo!
    medio beso, sindel.

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  5. Esas abuelitas, a veces juegan un papel más importante que las mismas madres.

    Muy tierno, compañera, bravo.

    Un besito.

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  6. Muchas gracias a todos!!! Que lindas palabras me dejan, me hacen sentir que mi relato les ha llegado y con eso ya me siento mucho más q satisfecha!!! Paso por sus blogs en un ratito a leer sus relatos que seguramente serán maravillosos. Abrazos!!!

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  7. Una historia muy bonita, muy tierna. Como bien sugieres, es aún más bonita más tierna la fase de complicidad que la de generar la ilusión del niño.
    Un beso Síndel.

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  8. Sólo las abuelas tienen la sensibilidad suficiente para amar con esa ternura tan especial. Primera una mentira piadosa en aras de alimentar una ilusión infantil, más tarde, la implícita complicidad para seguir alimentando esa cadena de amor y de nuevo el ciclo que comienza con los hijos.
    Un abrazo.

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  9. Juan y Pepe, es cierto que las abuelas tienen ese don de dejarnos cosas bellas, me pareció una buena idea dejarlo plasmado aquí. Gracias por leerme y por comentar.
    Un abrazo :)

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  10. Los abuelos que importantes en la vida de los niños, el cariño, la sabiduría, la ternura y ese niño fue afortunado. Besos amiga

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  11. Que bonito tu relato, muy tierno esa relación abuela, nieto y pez

    Un abrazo

    Lola

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  12. Cuanta ternura,
    te deseo una buena semana.
    saludos.

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Muchas gracias por tu visita y por dejarme tu opinión.