La hija del comisario estaba sentada en el primer banco de la iglesia, no había sido muy practicante hasta que llegó el nuevo padre, Pedro, a la capilla del pueblo. Desde ese momento iba a misa siempre. Y mientras lo escuchaba al cura leer los pasajes de la biblia su fuego interior aumentaba. La consumía el deseo por ese hombre prohibido por el cual se dejaría caer en la tentación. Pero sabía muy bien que eso nunca iba a suceder. Mientras se perdía en sus propias fantasías, el muchacho que estaba sentado a su lado intentaba resistir la tentación de mirarle los pechos prominentes y blancos que se veían a trasluz de su blusa blanca.
La capilla estaba llena de situaciones parecidas, sexo, envidia, gula y vicios. Todos en el pueblo escondían sus tentaciones y muchos de ellos rezaban para poder vencerlas. Sobre todo el mismo padre Pedro, que desde que había llegado se había sentido completamente atraído por Julia. Se había dado cuenta de que muchas mujeres lo admiraban por demás, pero la única que se había lanzado a confesar su deseo abiertamente, era justamente la que significaba para él una peligrosa tentación; a la que hacía dos domingos al finalizar la misa y con la excusa de que lo ayudara en la limpieza de la capilla, se había entregado. Al fin de cuentas era humano y Dios sabría perdonarlo.
Pero ese domingo y después de no haber resistido la tentación de tomarse dos botellas de vino, había alguien que no estaba ahí justamente para rezar. Alguien que esperó pacientemente, escondido en el confesionario a que terminara la misa y cerrara la capilla. Y que vio desde la oscuridad de su escondite que cuando todo eso sucedió; el padre Pedro y Julia desplegaban su deseo en medio de santos y vírgenes, tal como lo había sospechado.
Entonces, Luis, que se había casado hacía años con Julia en ese mismo altar en el que ahora estaba ella con su amante, salió de la oscuridad. Sin darles tiempo a nada los apuntó con el rifle mientras se iba tambaleando al compás del padre nuestro que rezaba. Los miró fijamente a los ojos desorbitados por el pánico, y al mismo tiempo que apretaba el gatillo, una y otra vez, caía de rodillas y, completamente desquiciado, finalizaba con énfasis su oración: - Y no nos dejes caer en la tentación, amén.
Sindel Avefénix
Todos los textos que están expuestos en este blog son propiedad intelectual de mi persona y están registrados bajo el nombre Sindel Avefénix. Salvo menciones expresas de otros autores.
Hola me encanta tu pasion a el escribir yo soy nuevo en esto crees que me podrias dejar tu opinion sobre mi blog. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita! Ahora paso a conocer tu espacio. Un abrazo.
EliminarUn interesante encadenamiento de tentaciones.
ResponderEliminarNo veo nada malo en que el sacerdote se haya tentado por Julia, que sean amantes.
Veo muy mal la reacción desquiciada de Luis, que cometió una falta verdaderamente grave.
Besos.
Yo tampoco veo nada malo, pero bien sabemos que muchos sí. Gracias por pasar, un abrazo.
EliminarMuy buenos días querida Sindel.
ResponderEliminarHace tiempo que no veo nada tuyo, ahora acabo de ver esta deliciosa tentacion y paso a disfrutar de tus letras.
Empieza con deseo prohibido y nos va llevando poco a poco a ese triste desenlace, es que las tentaciones no son buenas y ni el padre nuestro las controla.
Un abrazo.
Ambar
Hola Ambar, siempre es un gusto tenerte por acá. Gracias por tu comentario. Un beso enorme.
EliminarHay tentaciones que ademas de de ser pecado son peligrosas. Un buen aporte para una semana de tentaciones. Abrazos
ResponderEliminarSí, es cierto. Gracias, linda. Besos.
EliminarQué gran relato amiga. Me ha encantado. En esa iglesia se juntaban todas las tentaciones.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por participar.
Gracias, Leonor. qué bueno que te haya gustado, fue un gusto participar. Besitos.
EliminarQue bueno tu relato querida Sindel, no me esperaba ese final, sí estaba desquiciado para coger un rifle.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, preciosa! Besitos.
EliminarHay mucho de Leopoldo Alas Clarín y de Galdos, en esta entrada. Al fin y a la postre los sacerdotes solo son hombres con sus deseos y sus apetitos.
ResponderEliminarY los celos y la venganza, no suelen detenerse ante una sotana.
Besos.
Me siento halagada con tu comentario, pero no creo llegar ni a los talones de semejantes talentos. Un abrazo y gracias por pasar.
EliminarGuauuu! aplaudo tu inspiración y la forma que encontraste de plasmarla en letras!. Brillante texto en el que das con breves pinceladas una síntesis de todas las debilidades del puñado de personajes que se encuentran en esa pequeña iglesia. Me encantó leerte.
ResponderEliminarBeso grande!
Muchas gracias, Moni! Qué alegría me da saber que te ha gustado. Un beso.
EliminarMuestra que nadie es infalible y en algún momento, todos caemos en los brazos de la tentación, a veces más, a veces menos peligrosa
ResponderEliminarSaludos
Y a todos nos pasa de caer alguna vez. Aunque a veces el precio es demasiado alto. Un beso y gracias por pasar.
EliminarQue historia más buena , no sé si será cierta pero creo que más de una habrá , pues al fin al cabo tb son seres humanos y la carne es lo que tiene , el final es crudo pero ... la violencia no es nunca entendible solo para el que la práctica .
ResponderEliminarMuy buen relato me ha gustado mucho .
Abrazos.
Justamente esta no es cierta, pero seguramente habrá pasado algo parecido en algún lugar. Gracias por tu comentario. Beso.
EliminarIgual, ganaron ellos la libertad de caer en tentaciones que no debieran ser pecado!
ResponderEliminarel tipo ése apuntó a su propia miseria.
una secuencia de película!
aplausos
Así es, linda. Todos ganaron y perdieron algo en esta historia. Un beso enorme. Gracias por tus lindas palabras.
EliminarPues parece que en tu historia no se ha librado nadie de caer en la tentación por mucho que recen...y es que lo prohibido parece que genera más deseo. No entiendo en ningún caso que el sexo sea pecado si no se hace daño a nadie, creo que muchas veces esa prohibición genera problemas mucho más graves.
ResponderEliminarEchaba de menos tus magníficos relatos!
Un beso
Hola linda. De vez en cuando vuelven las musas y me gusta estar de nuevo con ustedes. Lo prohibido siempre es más tentador. Un beso enorme.
EliminarNos la has presentado queal principio cualquiera podía caer en la tentación, pero ese final tan truculento... se escspa a las tentaciones normales.
ResponderEliminarA veces la tentación lleva a finales desastrozos como este. Un beso enorme.
EliminarSíndel, me alegro leerte de nuevo, amiga...Tu relato es interesántisimo, nos muestra las debilidades humanas, esas tentaciones que prueban nuestra fortaleza y nuestra cordura y que a veces son inevitables...Nos las presentas de forma real y cercana con la claridad y la destreza que te caracteriza, amiga.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo siempre.
Feliz fin de semana, Síndel.
Hola poeta querida! Gracias por tus palabras siempre justas y lindas hacia mis letras. Un abrazo enorme.
EliminarHola, Sindel.
ResponderEliminarMuy buena narración y atrapante. Una tentación que no la pudo esquivar tu protagonista. Me llevastes por ese camino del pecado hasta su final fatal. Antes de terminar de leer me llevastes a pensar que él se uniria a ellos.
!Abrazo!
Hubiese sido un buen final! Pero sabes que me gusta la tragedia jajaja Gracias, linda. Besos.
EliminarCuanto más prohíben más atrae todo lo prohibido, una buena historia donde todos sucumben a la tentación de una manera u otra.
ResponderEliminarBesos
Totalmente de acuerdo con tus palabras, San. Gracias por pasar. Besitos.
EliminarDoble filo para la tentación.
ResponderEliminarEl amor y los celos y la rabia. Perfecta dicotomía.
Si es vez de un tiro, hubiera usado el confesionario para dar fe de sus instintos carnales... otro final nos hubiera cantado.
Un beso enorme y un gusto leerte y venir de nuevo a verte.
Puede ser que sí, pero ha tomado el camino más corto, cortar por lo sano en su locura. Un beso!
Eliminar¡Hola! Qué maravilla de relato, me tuvo en suspenso hasta el final ¡y qué final! No esperaba que estuviera casada, mucho menos que él fuera a terminar con todo de esa manera brutal. Increíble.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Los dioses siempre perdonan, porque ellos saben de tentaciones. No así los mortales que pecan escondiéndose detrás de una oración.
ResponderEliminarRodrigo. De mitología sólo saben los dioses.