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lunes, 30 de julio de 2012

Este es mi aporte al blog CRONICAS DE LA MUERTE DULCE


Este es mi aporte al blog de José Vicente que nos invita a participar con este proyecto maravilloso. 
Desde ya agradezco la posibilidad de hacerlo.
Pueden leer más crónicas en: Crónicas de la muerte dulce




24 de septiembre de 2012
Hacía semanas que no salían a la calle para evitar el contagio, habían adquirido todo lo necesario para poder atrincherarse en el departamento desde que se habían enterado de la expansión del virus VMH-07.
Las noticias eran cada día más nefastas. En la ciudad ya casi no quedaba gente con vida, los hospitales estaban cerrados, habían desbordado de pacientes que a pesar de los esfuerzos habían fallecido y que, sin saberlo ni quererlo, habían infectado a todos los que se habían cruzado en su camino.
Pero ahora por fin había llegado el momento.
La noche anterior su mujer  había pasado por un infierno de dolor, pero las contracciones más fuertes habían sido esa mañana.
Este era el día que habían esperado toda su vida. Les había costado tanto poder engendrar a ese hijo que cuando su mujer le dijo que estaba embarazada pensaron que había sido un milagro. Después de tantos años de tratamientos, estudios y medicaciones, cuando al fin se habían dado por vencidos, ocurrió lo inesperado.
Los primeros tres meses habían permanecido callados, mirándose todos los días llenos de miedos, sin decir casi nada. Como si el mundo fuera de algodón. Después del cuarto mes se relajaron y le dieron a todos la noticia. Y  luego cada día había sido un nuevo descubrimiento para los dos. Cada ultrasonido, cada monitoreo se había convertido en un acontecimiento.
Cuando empezó la locura del virus, y aunque todavía no se conocían bien las razones ni los riesgos, habían decidido suspender todo, no arriesgarse ni un minuto más a contagiarse  y tener el bebé en casa.
Esa mañana cuando las contracciones de su esposa le indicaron que ya era el momento preparó la cama con sábanas limpias, agua, desinfectante y pinzas para cortar el cordón. Ya habían practicado el procedimiento miles de veces y estaba listo.
El parto fue rápido, el bebé salió a la vida de una disparada, sin desgarros ni desarreglos. Así como asomó a la vida, lo tomó entre los brazos, lo limpió con una toalla húmeda,  le cortó el cordón y se lo puso a su esposa en el pecho.
Menos mal que el obstetra no se había equivocado con la fecha del nacimiento.  No le quedaba mucho tiempo más. No se resignaba a  perderse la oportunidad de verle la cara a su hijo y tampoco de poder disfrutarlo al menos por esas horas que le quedaban.  El día anterior había sentido  un cosquilleo que le recorría las piernas y las manos, sabía lo que se le anunciaba, pero no dijo nada, era demasiado tarde para dar la mala noticia, si él estaba infectado todos en su hogar también lo estaban. La muerte dulce ya estaba cerca.  Evidentemente el virus se había fortalecido en todo ese tiempo y ya no respetaba ni siquiera a los que se habían mantenido aislados.
Cuando terminó de limpiar todo, se recostó al lado de su esposa que con los ojos empañados le mostró sus manos adormecidas. Ella también había sentido los síntomas desde el día anterior y no se había animado a decir nada. Se abrazaron en silencio y dejaron correr las lágrimas. Después los rodeó el silencio.
Ambos posaron sus ojos en los ojos de su hijo,  que acurrucado sobre el pecho de su mamá ya respiraba con dificultad,  y  esperaron. Hasta sentir como  la muerte se hacía dulce por el amor reflejado en esa última mirada.

Sindel Avefénix


jueves, 26 de julio de 2012

La verdad callada







Corrían por mis venas secas e inflamadas
estafas cícilicas, muertes reiteradas,
miedos constantes, ausencias enmascaradas,
soledades invisibles, llagas perpetuadas.

Recubrían mi piel esperas profanadas
brotes no natos, mentiras maceradas,
palabras vacías, lágrimas ahogadas,
tristezas antiguas, cicatrices alienadas.

Hasta que llegó de golpe la verdad callada,
se inyectó en mi sangre, filosa, espada.
Penetró mis poros, directa, aguzada
y arrancó de cuajo mi vida angustiada.

Entreví en la sombra un alma desolada
esperando un cuerpo que la necesitara.
La miré de reojo,  ya estaba preparada
brilló al acercarse, nos unió la esperanza.

Encendió las luces, renació mi mirada.
Liberó mi garganta de la mano helada.
Pude tomar aire, y en esa bocanada
ganó mi conciencia la paz que buscaba.

                 Sindel Avefénix


miércoles, 18 de julio de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "La curiosidad...mató al gato"




Gina siempre había sido curiosa, desde que había formado su propia familia se había puesto obsesiva en saber todo sobre la intimidad de cada uno de sus integrantes. Para ello se había tomado la costumbre de revisar bolsillos de sacos, pantalones y carteras. Así se había enterado que su hijo había ya debutado sexualmente con su novia al descubrir en uno de sus bolsillos unos cuantos preservativos. Y también que su hija fumaba a escondidas al encontrar en el fondo de su cartera un encendedor Zippo.  A su marido le revisaba las camisas, y todo lo que tuviera un hueco para guardar algo, pero jamás le había encontrado nada fuera de lugar.
Cuando se acercaban sus cumpleaños,  esperaba que su esposo se durmiera, y hurgaba en su maletín en un doblez con cierre donde él guardaba siempre los regalos y los espiaba antes de que llegara el día. Su ansiedad no la dejaba esperar la sorpresa, que de hecho no le gustaban.
Unos días antes de su último cumpleaños, luego de andar rondando por la intimidad de todos, cuando su marido se durmió, tomó el maletín para ver que le había comprado esta vez su esposo. Encontró en el lugar de siempre un estuche de terciopelo rojo,  asombrada lo abrió y ante ella se desplegó una hermosa cadena de oro con un dije diamantado de corazón que brillaba como el sol. Dentro había también una nota amorosa que decía: “A mi amada mujer, que siempre me acompaña a pesar del paso de los años. Te amo más que nunca.”
Entusiasmada cerró el estuche, guardó todo en su lugar y se fue a dormir.
Cuando llegó el gran día, su marido la despertó con el desayuno en la cama y le entregó el regalo. Gina ya sabía lo que era pero lo abrió simulando sorpresa. Era el estuche rojo que había visto, pero en su interior había una pulsera dorada, ni siquiera de oro, con apliques de plata que adornaban unas perlas falsas a simple vista. Se quedó helada. ¿Tan mal había visto lo del estuche aquella noche?
No dijo nada, se puso la pulsera con naturalidad y comenzó ese día que la esperaba con los preparativos para la cena.  Quedaron en almorzar juntos cuando salía de la oficina, como lo hacían todos los años para esas fechas especiales.
Al mediodía se arregló, y fue directo a buscar a su esposo, llegó temprano, pero no tenía apuro porque ya tenía todo organizado para la noche. Entró a la recepción donde la recepcionista le informó que el señor estaba en una reunión, pero si quería pasar  a esperarlo dentro se encontraría con su secretaria para que le sirviera un café. Como la conocía desde hacía muchos años, se dispuso a entrar y de paso saludarla ya que hacía mucho que no la veía. Era una chica encantadora que siempre había apoyado y ayudado a su esposo incondicionalmente.
Cuando se abrió la puerta del despacho Gina sintió que sus piernas se aflojaban; a lo lejos vio el resplandor que venía del cuello de la secretaria. No pudo avanzar más, al instante se dio cuenta de que era la joya que había visto brillar aquella noche en el maletín de su marido. Ésta vez la curiosidad le había dado la peor y más grande sorpresa de su vida.
                                                             Sindel Avefénix

Muchas más curiosidades en lo de: Tere

jueves, 5 de julio de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Mis fantasías secretas"




Tengo tanta sed de vos…
Mi boca está desolada  si no tiene tus besos, 
mis ojos no tienen luz si no miran tu cuerpo, 
Quiero desplegar las alas,  que me eleves al cielo,
y  desatar mi corazón en  lluvias de anhelos nuevos.
Dejame acurrucarme en tus brazos de fuego,
dame de beber el agua de todos tus deseos,
mírame amor,  así, con tu mirada de desenfreno.
y completame la vida llevándome al extremo.
Como haría para no amarte, si sos el único dueño,
de todas mis fantasías, de mis ansias y desvelos.
Si sos el aire que respiro, y la razón de mis sueños,
El amor de mi vida, el amor... Todo entero...
Como haría para no amarte, si por vos me muero...
                  Sindel Avefénix

Más fantasías en lo de: SAN