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miércoles, 27 de junio de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "En los zapatos de otro"

















Hace quince años que trabajo en el Hospital. En mi oficina se tramitan las autorizaciones para hacer estudios de alta complejidad fundamentales para confirmar patologías y tratarlas, análisis de hematología, prótesis vitales como marcapasos, stents y tratamientos especiales para detener ciertas enfermedades a tiempo, entre otras cosas.
Los trámites suelen llevar unos días, dependiendo de las ganas o de la auditoría final de quien tiene que dar el visto bueno para que el paciente se realice lo que le corresponde o consiga la prótesis que necesita.
Algunos casos son diagnósticos leves, de control o de rutina. Es ahí cuando la espera se hace soportable, y a pesar de la ansiedad de los pacientes, se les hace comprender que hay una burocracia que respetar. 
Pero hay otros en los que no se puede esperar. Diagnósticos en donde los minutos son decisivos, donde la preocupación del paciente es intensa y con esa gente no se puede jugar a la burocracia.
Desde el mismo momento en que me llega el pedido y leo el diagnóstico mi garganta se convierte en un nudo que debo desatar, para poder actuar con la urgencia que el paciente merece. Me muevo, hago llamadas, insisto, pido un poco de comprensión, les hago tomar conciencia a los que tienen que firmar la autorización de que se está jugando con la vida y la muerte. Si soy escuchada y la suerte me acompaña logro lo que pido, si no, tengo que enfrentar y tratar de dar una palabra de aliento al que está esperando, a los médicos que corren para mover los papeles, a los residentes que presionan para que se consiga terminar el trámite.
Muchas veces contengo lágrimas ajenas, intento calmar la desesperación, y doy esperanzas que no estoy segura de que puedan ser cumplidas. Me pongo en los zapatos de los padres, de los hijos, de los hermanos, de los esposos y de los mismos pacientes. Me pongo los zapatos de sus dolores, sus esperas, sus edades, sus luchas. A veces los atiendo durante un tiempo y después quizás no vuelvo a verlos más.
Y esos zapatos son muy incómodos, aprietan tanto que uno quiere sacárselos de inmediato, pero los llevo puestos al menos un rato porque merecen mi respeto.
Cuando los veo levantarse de cosas impensadas, vencer diagnósticos, mejorar, crecer, me gusta más caminar con ese calzado, mis pies se sienten livianos y listos para seguir dando pasos.
Muchas veces vuelvo a casa con la frustración de no haber podido hacer nada contra la indiferencia de los que están del otro lado, de los sanos que están detrás de un escritorio, con el pedido enfrente para firmar y no lo hacen porque no pueden ver más allá de sus ojos, ni usar otro calzado que aunque muchas veces no sea tan cómodo, hay que ponerse de vez en cuando para aprender a vivir, a comprender y ayudar.
                                                       Sindel Avefénix


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23 comentarios:

  1. Un trabajo vocacional donde resulta complicado separar el corazon de los asuntos. Saber caminar con los zapatos de quienes sufren, no es nada facil.
    Un beso

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  2. Me da la impresión que esa actitud que nos cuentas no debe ser muy frecuente. Me parece que son más los que buscan crearse un escudo impermeable que logre aislarlos del dolor ajeno para intentar sobrevivir sin meterse en la piel del prójimo. Lamentablemente la empatía no suele ser moneda corriente.

    Un abrazo

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  3. Pues no te envidio esos zapatos, pero te admiro. Y lo digo sinceramente. Yo duraría media hora en ese lugar, desesperándome por atravesar la burocracia, por el sufrimiento de la gente, por la ineficacia de algunos, por la estupidez de otros ... se trata de vidas caramba! como es que encima de que uno está enfermo, tiene que atravesar por todo el calvario de auditorías, papeleo, colas, esperas ... . Bueno, para eso están las personas como vos que hace todo lo posible y mas, y se pone en el lugar del otro y trata aunque sea de darle una palabra de aliento.
    Y cuanto todo sale bien, ahi te relajás y por fin sentís que vale la pena.
    Ojalá haya muchas Sindeles repartidas por todos los hospitales del mundo.
    un beso

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  4. Trabajar no es ir al trabajo, en el caso que cuentas es mucho más, algo que no sucede cada día. Desgasta las suelas del corazón pero merece la pena, es implicarse hasta más lejos, hasta cerca de cada caso. Aunque luego quede con los zapatos destrozados, andará descalza, contenta y a la vez triste, pero no se puede pedir todo, que cuando se da tantísimo se mella el ánimo pero se sosiega el espíritu.
    Sindel, hermosa entrega vital, admirable relato.

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  5. Sindel, tu relato me ha emocionado. Hay trabajos donde es posible hacer un poco más agradable la vida de los que nos rodean. Trabajos que nos pueden proporcionar una recompensa emocional importante y también desgarros cuando ves que tus esfuerzos chocan contra la indiferencia y la dejadez de algunos. Cuando como en tu caso el resultado de ese trabajo puede tener consecuencias positivas en la salud de las personas,no es comprensible la frialdad y el exceso de burocracia. Son trabajos donde siempre, insisto, siempre.. hay que ponerse en la piel del otro.
    Un abrazo.

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  6. Me gusta la expresión: "Me pongolos zapatos de sus dolores,esperas..."
    Ójala hubiera más profesionales que se hicieran cargo de nuestros problemas.Felicidades

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  7. Pero qué satisfacción cuando ves que tu trabajo, tu interés y tu dedicación ayudan a personas que están preocupadas y angustiadas.
    Enhorabuena!
    Un beso.

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  8. Tu relato pone en evidencia algo más que vocacional Sindel, algo que tiene que ver con lo humano, con el sentimiento y con la comprensión de quien está del otro lado. Digo esto y me emociono, porque no siempre es así (y estamos hablando de vidas, y parece difícil imaginar lo contrario), pero es cierto que muchos se revisten con una coraza que impermeabiliza cualquier sentimiento que pueda asomar, más allá del frío contacto profesional. Creo que este ponerse en los zapatos del otro es realmente meritorio, y vaya! que ha de ser difícil estar en ese lugar! Un placer realmente leerte y encontrar además de tus muy buenos relatos, esta faceta tan maravillosa que acabas de compartir.
    Un beso al vuelo:
    Gaby*

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  9. Karina cuando ese calzarse zapatos ajenos se hace con el corazón se percibe, todo el proceso se humaniza, dejas de ser un número de estadística y pasas a ser un persona que sufre y se siente amparada. Vivir esos momentos angustiosos sabiendo que un profesional intenta sentir lo que tú sientes ayuda y mucho. Creo que cada día hay más profesionales así y eso es de agradecer.
    Un abrazo.

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  10. Desde luego si muchos hicieran como tú,otro gallo cantaría; pero muchas veces los pacientes son un mero número, sin personalidad y la distancia que ponen es tan grande, que es imposible ponerse en la piel del otro.
    Muy bien explicado
    Un abrazo

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  11. Por dios, que carga tan pesada, debe haber momentos gratificantes me imagino. Describes tan bien que llega a angustiar la realidad que planteas.
    La burocracia es un lastre en los pies de los que quieren avanzar...
    Excelente lo que has transmitido, gracias por esta perspectiva

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  12. Eso sí que es empatía pura y dura. Eso es lo que les digo yo a mis futuros médicos, tan fundamental para llegar a ser buenos en su profesión. A veces todo lo tienen en contra, solo 6 minutos con el paciente y fuera...pero aun así hay que intentarlo.
    Me gustó mucho tu visión. Besitos

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  13. Definitivamente, hay ciertos trabajos que solo se pueden realizar correctamente si se tiene una gran vocación para ellos, y el de médico o enfermero es uno. Yo, por ejemplo, no valdría para esa labor y veo mucho mérito a quienes trabajan en los hospitales y centros de salud. Está claro que alguien tiene que hacer ese trabajo tan importante que oscila entre la enfermedad y la salud, entre la vida y la muerte. Por eso, mi mayor respeto y admiración hacia todos ellos. Muy buena y acertada la idea que has elegido para este jueve. Besos.

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  14. Un trabajo intenso en que dicen que se hace costra, pero debe ser difícil no sentir esa premura por el tratamiento, la ayuda. Y que a veces debe darse con palabras que curan el sentimiento, aunque la enfermedad prosiga.
    Besos, amiga.

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  15. Pues no te hablo de apreturas... Ya sabes muy bien lo que son, lo que duelen y en tu caso también lo que gratifican.

    Un texto muy sincero, claro y directo al corazón.

    Besos

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  16. Por lo que dices esos zapatos a veces deben apretar mucho, se agarran al corazón... gracias, por ponernos en los tuyos, que tienen mucho merito.

    Besos

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  17. Yo tambien creo que la etica y la dignidad deben ser el norte permanente de todo trabajo, pero en aquellos donde la emoción y el contacto de la gente con sus sufrimientos es tan cercano que solo los mas duros podrán rodearse de una coraza, pero la coraza no es buena querida amiga, aisla, es mejor la piel desnuda, genuina, aunque a veces duela.
    Te mando un gran beso

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  18. un relato de experiencia personal que me encantó leer. Sin dudas es un tema dificilisimo... el papelerio burocratico y tener que ser la informante de malas noticias debe ser tarea dificil como pocas. Lo bueno es que tambien hay noticias buenas en el camino que nos dan esperanzas. Sin dudas hay que saber entrar en contacto humano con el resto y ser sensible al respecto, porque por supuesto, todos merecen el respeto. Lamentablemente a veces la plata gobierna los que andan sin corazones por la vida y si no hay plata no hacen nada... conozco muchos casos de esos. Un hermoso relato! gracias por compartirlo! un beso!

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  19. Para esa profesión hace falta verdadera vocación y también corazón además de ponerse en los diferentes zapatos, una profesión muy humana Sindel. Lo has retratado muy bien.

    Un abrazo.

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  20. qué bueno que nunca tu misión haya pasado al piloto automático.
    Qué bueno que puedas continuar sin perder ni la fragilidad ni las fuerzas.

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  21. Hola,Sindel.

    Es posible que tu no vuelvas a ver a esos pacientes cuyos zapatos te han provocado rozaduras ; pero puedes estar segura de que ellos te recordarán toda su vida.

    Conmovedor relato.

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  22. Tienes un trabajo complejo, de los que crean “costra” como dice Juan Carlos, demasiado dura en ocasiones, ya que les atrofia el corazón aunque les llene de gloria.

    Me uno a la opinión de Ardilla Roja, las caras y los gestos no se olvidan, ni las unas ni las otras.

    Te felicito, Sindel, pero no sólo por el relato

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  23. ¡Hola, guapa! Acabo de dejarte un premio en mi blog, cuando quieras te pasas a por él. Un beso.

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