Lucy y Ramón
Lucy había
cumplido los 50 y todos en el barrio y hasta en su familia la tildaban de
solterona. Por fin después de ahorrar durante años había podido juntar el
dinero para comprarse un pequeño departamento y dejar de convivir con sus
padres.
Cuando se lo
entregaron estaba hecho un desastre, pero por el precio al que lo había
conseguido no podía esperar mucho. Se había guardado un resto de efectivo para
ir haciendo de a poco los arreglos. Antes de mudarse quería dejarlo lo más
habitable posible. Lo primero que tenía que hacer era sacar esa humedad de las
paredes y pintarlo. No conocía a nadie que pudiera hacer el trabajo, así que se
decidió a llamar al pintor que había puesto su cartelito de promoción en el
almacén de Tincho.
A los pocos
días Ramón se presentó en el departamento y le pasó el presupuesto. Era más
joven de lo que esperaba, pero mientras trabajara bien no tenía sentido negarle
la oportunidad, y decidió contratarlo.
Todas las
mañanas Ramón iba puntual a las nueve. Primero picó las paredes, sacó la
humedad, revocó, y después se puso lijar. Lucy iba todos los días para revisar
que hiciera bien las cosas. Había nubes de polvo, lijas y pinceles por doquier.
Ella se sentaba en la cocina, se tomaba unos mates y de tanto en tanto surgía
alguna charla.
Después de
varios días se encontró cebándole mate, y llevándole a Ramón algo para comer. Pasaron
casi dos meses hasta que por fin el departamento quedó pintado. Lucy se mudó, y
empezó a aprender a vivir sola. Las noches eran raras en esa cama enorme que se
había comprado. Pero pensó que ya se iba a acostumbrar a la soledad, y se
concentró en disfrutarla.
Cuando llegó
el momento de despedir al pintor, se dio cuenta que en el baño hacían falta arreglos,
así que lo volvió a contratar para que hiciera ese trabajo. Ramón estaba feliz,
hacía tiempo que no trabajaba tanto, y además se sentía acompañado, había
enviudado hacía unos años y nunca más había formado pareja. Lucy empezó a darse
cuenta que más que una tortura como solían ser las obras, se estaban convirtiendo en una rutina agradable.
Y de a poco le fue dando todo tipo de trabajos.
Cada día se
vestía mejor para recibirlo, se peinaba y maquillaba como nunca lo había hecho.
Ramón ya no venía vestido con la ropa vieja de trabajo, venía impecable de su
casa y después se cambiaba para empezar su tarea. Ahora era él quien traía alguna
torta o facturas para compartir.
Lucy le sugirió cambiar los cerámicos de la
cocina, y le pidió que la acompañara a comprarlos porque era más entendido en
eso. Fue la primera vez que salieron juntos. Los dos eligieron el mismo color y
la misma guarda. Cada vez se generaba más complicidad entre ellos, pero ninguno
de los dos decía nada de lo que les pasaba.
Una tarde
mientras pasaba la pastina por los cerámicos ya colocados, llegó una tormenta
tremenda a la ciudad. Caían piedras enormes, se inundaron las calles, y era
imposible salir sin correr el riesgo de sufrir algún tipo de accidente. Ramón
se quedó a cenar mientras esperaba que pasara el diluvio. Pero en vez de
escampar, todo se volvía más negro. Lucy le dijo que se quedara, ella dormiría
en su habitación y él en sillón del living, no era nada malo después de todo.
Por la noche
se encontraron los dos cada uno en su cama, pensando en el deseo irrefrenable
que sentían de pasarse a la cama del otro, pero ninguno de los dos tomó la
iniciativa.
Llegó la
mañana y los encontró separados, desayunaron juntos y no se dijeron nada.
Ya todo
estaba terminado, el departamento estaba impecable, así que Ramón tomó sus
cosas, cobró por su trabajo y se fue dándole la mano. Lucy se quedó con una extraña sensación de
abandono, se culpó por no haberlo detenido. Se quedó sentada en la cocina, mirando
todo lo nuevo y esperando amigarse con su soledad.
Una hora más
tarde le tocaron el timbre del portero eléctrico. Bajó para abrir pensando que
sería el chico del supermercado, pero cuando salió vio a Ramón con un ramo de
magnolias, sus flores preferidas, en la
mano. Se le acercó despacio, le entregó las
flores y le tomó la mano suavemente. Sin
esperar más, le preguntó al oído si estaba dispuesta a que ahora los dos
hicieran obras de refacción pero en sus corazones.
Lucy se
acercó y con un beso selló el contrato más esperanzador de su vida.
Sindel Avefenix
Más obras en la casa de:GUS
Sindel Avefenix
Más obras en la casa de:GUS
Pero qué lindo!...por fin una historia de refacciones que tienen un final feliz! ajjajaja...me alegro por ellos, que supieron decir "sí" a esa impensada oportunidad que les da la vida.
ResponderEliminarun abrazo!
Esto si que son unas reformas dulces. Así creo que a más de uno y de una no le importara reformar la casa. Tierna historia con final feliz.
ResponderEliminarUn abrazo.
ja... está muy bueno eh... digo en serio, me gustó mucho, tiene muchos momentos y sin embargo termina con final feliz :D un beso!
ResponderEliminarLos caminos de la vida....y por qué no podría ser así? la cuestión es encontrarse y compartir. A veces de eso surge magia y bienvenida sea!!!
ResponderEliminarLo bueno para Lucy será que tendrá quien le haga los arreglos gratis, jajaj aunque en case de herrero, cuchillo de palo!!!
besos y abrazos mil
¡Qué bonita historia! A ella desde luego las obras le sirvieron y mucho, tanto para su casa como para su amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Y en ese mismo momento, con el ramo de magnolias en la mano, lo contrató para siempre...
ResponderEliminarQue historia más linda, Sindel. Me encantó.
Un abrazo.
Maat
Pero que historia tan romantica! Dos soledades compartiendo algo mas que el color de las paredes... Asi da gusto reformar la casa.
ResponderEliminarUn beso
A medida que te leía me nacía una sonrisa interna, pues la historia que comparto tiene algo que ver con la tuya... Me ha gustado como fuiste hilando ese contacto que fue surgiendo a través de la necesidad de compañía y de romper soledades, para terminar en la construcción de un gran amor.
ResponderEliminarBesos al vuelo: Gaby*
Hola Sindel:
ResponderEliminarTal vez la reforma que Lucy nunca imaginó que ocurriera, fue en su mismo corazón. Paredes nuevas, amores nuevos.
Me gustó tu relato. 12 puntos!
Wendy
Dicen que el roce hace el cariño y está claro que en tu preciosa historia sucedió de esta forma. Soy un romántico empedernido y me gustan las historias con final feliz. Paralelamente a la reparación y acondicionamiento de esa casa, fueron desmantelando otras dos, las casas habitadas por sus respectivas soledades.
ResponderEliminarUn abrazo.
qué pena ser peón...qué pena tener un jefe que es medio imbécil...qué pena que ande en paro ahora...qué pena que cuendo he tarbajado la persona más joven tuviera 300 mil años...qué pena que las obras en las que he trabajado hayan durado poco...qué pena, en fin, no haber ido a tarbajar a casa de la lucy...ay, qué penita...por que además, yo, personlmente yo, todos los días le hubiera dado los buenos días con ramos de rosas ...
ResponderEliminarme ha encantado esta historia de amor entre obras...
medio beso, sindel.
¿Y porque no? nadie sabe donde surgira esa chispa a veces primero por la sensacion de compañia como tan bien has descrito , para despues hacerse imprescindible, hacerse presente.
ResponderEliminarPreciosa historia de amos que siempre esta ahi, a la vuelta de la esquina
Bonita historia de cariños, formados a golpe de pinceladas con final deseado.
ResponderEliminarTambién en las relaciones profesionales, como esta, se da el caldo de cultivo para las emociones compartidas.
Besos
¡Que bonito!
ResponderEliminarTiene un transcurrir sencillo y perfecto.
Un abrazo.
Mercedes.
Hola Sindel, perdón por la demora, pero valió la pena llegar, porque tu relato me gustó mucho. Me gustan las historias de amor con finales felices.
ResponderEliminarUn beso
Jime
¡Que buena historia de amor surgida entre los escombros de la obra!, y ¡que bueno que le haya sido de provecho a ambos!! ja!, a proposito yo conozco a un pintor Ramón, ¿será el?
ResponderEliminarTe mando un gran abrazo Sindel, beso
que bueno cuando la vida vuelve a sorprender, cuando a pesar del sentimiento de haber llegado tarde a todas partes, en un momento dado todo pasado supo conjugarse en tiempo presente...
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