El "Cine Roca"
Hacía veinte
años que me había ido del barrio en el que nací. Mis mejores años los había pasado
allí. A la fuerza, y por razones del destino, a los 25 años me vi obligado a mudarme a un pueblo lejano de donde no veía la hora de salir. Por suerte ahí
encontré algunos amigos con los que compartía mis momentos de soledad. No había
encontrado el amor, ni el éxito, y por
las noches lo único que me ayudaba a sentirme vivo eran los recuerdos de mi
barrio natal.
Casi todos
ellos estaban asociados al cine. En aquella época era todo un evento ir a ver
una película. Mirar en esa pantalla enorme, escuchar ese sonido único y dejarse
llevar por mundos de sueños y fantasías. De lo que más me acordaba era de las
tardes de domingo, cuando nos juntábamos con los pibes desde temprano, e íbamos
al “Cine Roca”, a la vuelta de mi casa.
Era toda una fiesta, ir a sacar las
entradas antes que nadie para ver los estrenos y hacer una cola de dos horas antes
de entrar para poder tener un buen lugar.
El “Cine
Roca”, majestuoso, impecable, enorme, el mejor cine de todos los barrios…
El que me vio llevar a mi primer noviecita del
primario y tocarle la mano con mi mano temblorosa mientras mirábamos “ET”. El que me vio llevar a mis viejos con mi
primer sueldo de cadete administrativo a ver “Cinema Paradiso”. El que me vio
dar el primer beso, ese roce de labios tímido que dejó ruborizada a Cecilia, y que
después de ese día no quiso verme más. El de las risas con los muchachos de la
esquina y de las lágrimas contenidas con las películas tristes, porque los
hombres no debíamos llorar.
Antes de venirme
para el pueblo lo fui a visitar, quería despedirme. Ahí seguía, tan majestuoso
como siempre, ya no iba tanta gente porque el barrio se había llenado de
complejos comerciales que tenían cines. Pero nosotros, la gente del “rioba”
como decíamos siempre, seguíamos fieles a sus butacas de cuero rojas, y a sus
pisos alfombrados de negro arratonado por el tiempo. Lo miré profundamente para
dejar impregnadas mis retinas con esa imagen que guardaba mis mejores recuerdos,
y aunque tuve esa sensación acuosa en
mis ojos, ésta vez también reprimí un lagrimón, no sabía cuándo volvería, pero
los hombres no debían llorar.
Hoy después de veinte años volví al barrio, ésta
vez para quedarme. Al recorrer las calles lo vi tan cambiado, ya no estaban la
pizzería del Tano, ni la disquería del loco Blas, ahora todo eran locales de
comida rápida, cibercafés, y supermercados chinos. Apuré los pasos para llegar
a Rivadavia, tenía que visitar mi querido “Cine Roca”, ansiaba entrar a ver una
película, y dejarme llevar por la magia del tiempo hasta ese pasado feliz que
siempre iluminaba mi soledad.
Llegué a la
esquina, y me paré en seco. No pude creer lo que veía, en la marquesina había un nombre enorme que
decía “Jesús es la Roca”, habían aprovechado las letras del viejo nombre para
armar el nuevo, ya no estaba la pantalla
gigante, ni las butacas eran rojas. El cine se había convertido en un templo y
de su interior completamente modificado, salía una voz que decía “que había
venido a salvarnos” y un grupo de gente alababa y aplaudía al salvador, un tal Pastor
Jiménez.
Ésta vez no
pude controlar esa sensación que me inundaba la vista, no pude, o no quise, que
sé yo… Ésta vez dejé que mis ojos se expresaran, que rodaran las lágrimas
barriendo las imágenes de todos mis recuerdos para poder aceptar la nueva
realidad, ya no me importaba que me vieran llorar…
Ya nada era
lo mismo ni el barrio, ni el Cine Roca, ni yo mismo…
Sindel Avefenix
Más historias de cine en lo de Mónica
¡Que pedrada, con esa Roca!: el cine de sus sueños, adoctrinando ...
ResponderEliminarMira, hasta mi me dio ganas de sentarme junto al protagonista y llorar con el.
ResponderEliminarCuantos cines han terminado en templos y viejos bar en cibercafé.
Me gusto mucho.
Un abrazo!
Tal cual, tantos cine de barrios terminaron siendo templos de pastores multipropósito que en nada emulan a los viejos cines que antes allí se contenían. En mi viejo barrio, puntualmente recuerdo dos, uno más elegante que el otro, pero ambos igualmente entrañables. El que fuera más modesto, terminó siendo supermercado, el otro, sobre una avenida, templo evangelista con beato merchandising incluido!
ResponderEliminarun abrazo cinéfilo!
Ohhhhh a mi todavía me agarra un ataque de rabia cuando paso frente al Gran Rex (uno de los cines mas grandes de Rosario) y veo el templo que han montado allí. La Iglesia del Piripipí de no sé que ... que pena!
ResponderEliminarNo tengo nada contra los cultos, cada uno puede practicar lo que mas le guste. Pero el gobierno municipal no debería dejar que se pierdan estas salas.
Acuerdo absolutamente con el protagonista de tu historia, su vida está llena de recuerdos conectados al cine Roca, y ahora ...
:(
un beso
Hola Sindel.
ResponderEliminarSin ir tan lejos, os comentaría que en Cartagena, dos cines comerciales de los de antes, hoy dan alojo a dos negocios tan disímiles: Otra de las "iglesias de garage" y la otra, un cine porno. Tan cerca y tan lejos de la perdición, según se mire...
Ah, la infancia y el cine...
Besos
Wendy
Los cines de siempre, emblemáticos, en muchos casos edificios encantadores. Recuerdo las grandes marquesinas que los coronaban anunciando la película, generalmente pintados a mano... obras de arte que se han ido con nuestros recuerdos, que ya es lo que nos queda...
ResponderEliminarBesos
Esa ha sido la amarga realidad para muchos de los cines de nuestra infancia. Ver nuestros sueños convertidos en templos de culto (vaya tela), o como ocurrió mucho por aquí, convertidos en bingos.
ResponderEliminarFue el signo de unos tiempos, seguramente felices, que ya nunca volverán. También lloro con él.
Un abrazo
Vaya Sindel, menudo cambio, de fábrica de sueños, literna mágica, a fábrica de salvaciones metafísicas. No hay derecho, arrasan con todo, hasta con el cine ROCA.
ResponderEliminarExiste el cine dentro de la sala en la pantalla, y existe el cine fuera en la cola, de espectador, de sentir emoción al comprar las entradas, rituales mágicos y la vida creciendo en el cine. Hoy no es lo mismo, multicines a patadas, nada de pantallas con cortinajes rojos y la banda sonora antes de empezar, glamour asegurado. Ahora es polimulti, se entra, se ve la peli, se comen palomitas y se sale, hay pelis en V.O, eso es una ventaja, pero recuerdo doblajes magistrales.
Aquellos cines forman parte de la historia, la de cada cual, inolvidables.
Besito cinemascope.
El relato hace un recorrido por la vida del protagonista a través de su siempre estrecha relación con el cine y cómo éste lo marcó a lo largo de los años. Lástima que cuando volvió, ya no estaba allí...
ResponderEliminarTodo cambia y nada queda, no se salva nada ni este cine de barrio. Al negocio no le importan los recuerdos ni el sentiento de las personas, o te modernizas o mueres; aunque en este caso no se si se modernizó mucho; pero el caso es que cambió para siempre.
ResponderEliminarMuy bonito
Un abrazo
Hay ocasiones en que llorar es un impulso irrefrenable. Los hombres si lloran, afortunadamente. Asistimos impasibles ante la destrucción sistemática de sitios emblemáticos en la historia de las ciudades sin que nadie haga nada (o muy poco), porque esto no sea así. Deberían forma parte de la memoria colectiva, pero su destrucción los condena al olvido colectivo. El cine Roca seguro que era uno de esos sitios.
ResponderEliminarUn abrazo.
honor al cine... al lugar... donde suceden los sueños más locos... sin dudas... un lugar que es un teatro de sueños. un beso!
ResponderEliminarTriste historia la de los cines de barrio si tuvieran sentimientos serian los mas desgraciados y no solo los cines de barrio, cines de estreno en el centro de la ciudad se han convertido en centros comerciales, bingos, discotecas, ahhhhh daría algo por una sesion continua de tres pelis en una silla de skay ¡visite nuestro bar!
ResponderEliminarsaludos
Cuantos momentos vividos dentro de un cine. Lástima que no pudo rememorarlos de nuevo
ResponderEliminarEntrañable relato
Un abrazo
Lola
Vaya, terminaré llorando recordando cines perdidos. Anda que convertirlo en iglesia ... Por aquí hay muchas iglesias reconvertidas en auditorios, discotecas, etc. En mi barrio habría 4 ó 5 salas y no queda ni una. Hay bancos, tiendas de ropa, con lo que ello significa de borrado de recuerdos.
ResponderEliminarUn beso.
ayysss !!!
ResponderEliminarque triste relato y en verdad lo que escribes es muy cierto pues que... coincide perfectamente con la realidad que... esto mismo lo he vivido yo, en carne propia pues donde yo fui a ver mi primera película de cine con mi madre ahora se encuentra un tal templo evangélico...
Desde luego que vaya chasco que te llevarías. Es cierto, la vida es un ir y venir incesante, quien sabe igual dentro de unos años vuelve a ser un cine de películas 3D
ResponderEliminarbesos
no miraré ni forma ni fondo ni nada por el estilo en tu texto hoy...n diré ni qué bueno ni que bello..no..hoy, sindel, quero reescribirte otro final...no, mejor dicho, quiero darte otro final para tu texto, pues es así como lo he sentido mientras leía...
ResponderEliminarmira, recuerdas que el tal jesún una vez en el templo, en viendo que era utilizado para menesteres que no eran propios de la religión, cogió ...no, se dedicó a desmantelar puestos de mercaderes y así??
pues el final que te propongo, ya que si jesús hizo aquello, es que alguien entrara en el cine, en el templo ese y que arramplara con todo...a la voz de el cine para el cine y el templo para el templo...
medio beso.
Todos sus recuerdos se fueron al traste, si todo cambia ya se vio con el cine Roca, adoctrinado quedó.
ResponderEliminarBuena película Sindel.
Un abrazo.
Hola Sindel! esa imágen de las lágrimas barriendo los recuerdos es muy gráfica, muy buena!
ResponderEliminarLeyendo los comentarios que dejaron los compañeros españoles me doy cuenta que si bien para nosostros es un paisaje acostumbrado eso de que los cines se conviertan en templos modernosos con columnatas pedorras, veo que para ellos no es así. Lo del cine Roca la verdad es que es tragicómico...lo veo al pasar en colectivo, da lástima realmente, con ese y con otros tantos.
Te mando un fuerte abrazo
Es triste ver que donde se regalaban sueños, donde se fraguaban ilusiones, ahora se alecciona y moraliza... ¿Y eso es el progreso?
ResponderEliminarUn beso
... casi utilizo la misma imagen. Moneda corriente por estos lares que nos duele tanto.
ResponderEliminarLo has trasmitido de forma comprensible y sensible. Muy buena labor, Carina, muy buena!!!
besos
Pues si, aquellos grandes cines de barrio han terminado en sucursales bancarias, cafeterias, locales de comida rápida y los que mejor suerte han tenido en minicines, que aunque no es lo mismo, sí que es lo más parecido.
ResponderEliminarUn beso
Salud y República
Es muy real tu relato Sindel, todas/os tenemos esos recuerdos de cines de nuestra infancia, pero como bien dices... ya nada es igual que antes... ni nosotras.
ResponderEliminarBesos cinefilos
¡¡¡Pues que desilusión!!! Me ha recordado a un pub al que iba yo de jovencita, que ahora es una iglesia.
ResponderEliminarBesosssss
Madre mía, qué pesadilla, eso sí que es un susto terrible, más valdría que fuera una cantina o una casa de "surlulús" como dice mi madre!!! Jajajajajaj!
ResponderEliminarUn beso y mi cariño!