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miércoles, 29 de febrero de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "El apego a un objeto"





                    Este jueves un relato: "El apego a un objeto"


Les voy presentando los relatos que me van llegando.
A disfrutarlos!!!


Julián                                            Gustavo


Natalia                                           Rosa                                      


Pepe                                              Susurros


Cass                                              María José


José Vte.                                       María Liberona


Juan Carlos                                  San


Carmen                                         Alfredo


Wendy                                          Verónica



Mónica                                          Sindel


Secretos                                       Gastón  


Manuel                                          Carol


Cristina                                         Encarni


Sindel (Nuevo relato)                   Maat


Matices




Muchas gracias a todos por participar!!!
                                                     

Convocatoria: Este jueves un relato "El apego a un objeto"

Mi jueves





Quiero aclarar que cometí un error, este relato ya lo había subido antes en mi blog, la verdad lo había olvidado por completo,  gracias a Mónica que me lo recordó me di cuenta. 
Lo elegí porque me pareció que cumplía más que ninguno con la consigna, a los que lo hayan leído antes les pido disculpas por la repetición.  
Les dejo un nuevo relato que escribí hoy para cubrir esta falta.
Gracias :)






Susy, la otra muñeca



Para el  cumpleaños de Fabiana, el papá le trajo de regalo una novedosa muñeca “Cindy”. 
Era increíblemente hermosa, rubia, de cabello ensortijado y tenía una carita perfecta. Sus brazos y piernas se articulaban como los de una persona. Tenía la piel suave y muy bronceada. Fabi me la prestó un rato y yo no podía dejar de mirarla, moverle los brazos, e investigarla. Apenas llegué a casa les pedí a mis papás que me compraran una. Ellos me explicaron que esas muñecas eran importadas, y que en ese momento no podían gastar tanto dinero porque a papá lo habían despedido de su empleo. Pero, si esperaba hasta Navidad, iban a  hacer lo imposible para darme el gusto. Faltaban dos meses para que llegaran las fiestas y  yo no dejaba de soñar con tener esa muñeca en mis manos.
Cuando llegó la Navidad en el árbol estaba mi regalo. No aguanté hasta las doce, y lo abrí a escondidas para espiar si era lo que tanto esperaba. Mi mamá, que me vio justito, me dijo que ya que había empezado a abrirlo lo hiciera de una vez. Mis manitos arrancaron el papel plateado y descubrieron una caja que decía: “Susy, la primer muñeca articulada nacional”.  La saqué sin respirar. Era más chiquita que la “Cindy”, pero a simple vista estaba bien. Venía vestida con un conjunto que le cubría los brazos y las piernas, y tenía el cabello recogido en una larga trenza rubia. La verdad, no me gustaba mucho lo que veía, pero la llevé a mi cuarto y empecé a observarla mejor. Le solté la trenza y empecé a peinarla, gran parte del cabello se quedó en el peine, ya habíamos empezado mal. Dejé eso para otro momento y me dediqué a sacarle la ropa para ver como era su piel. Me sorprendió ver que era blanca, y al tacto dura y áspera. Sus brazos se articulaban, pero las articulaciones se veían y eso le daba un aspecto monstruoso. Me puse a llorar, la muñeca era espantosa. Me daba vergüenza tener que mostrarle a mis amigas ese regalo. La dejé a un costado sin mirarla y me fui a dormir.
Al otro día todas las nenas del barrio sacaban sus “Cindy” a la calle para jugar, yo me hice la tonta y les dije que me la había olvidado en casa. Estaban orgullosas de sus muñecas perfectas, las vestían de novia, de princesa, de señoritas. Cuando llegué a casa mi mamá estaba triste. Me preguntó por qué no había llevado mi “Susy” para jugar. Me puse nerviosa y admití que no me había gustado, porque era imperfecta y muy diferente a las otras, y si mis amigas la veían se iban a reir de mí. Y esa fue la primera vez que la vi llorar. Me abrazó fuerte y me pidió perdón por no haber podido comprarme la muñeca que deseaba. Me contó que habían tenido que ahorrar mucho para poder llegar a ésta, y que, tanto ella como papá, habían estado contentos de poder hacerlo y darme esa alegría. No dije nada y fui a mi cuarto con un nudo que empezaba por apretarme la panza y me subía hasta el pecho. Me senté en la cama, miré a Susy que tirada en un rincón me miraba con sus ojos celestes y sus pestañas delineadas. La tomé en mis manos y muy despacito empecé a trenzarle el cabello. Le inventé un peinado alto para disimular la parte que se le había salido. La volví a vestir haciéndole un nudo en la blusa que le daba un aire canchero. ¡No había quedado nada mal!  Esa noche la puse en mi cama para dormir.
A partir de ese día la llevaba a todos lados para jugar. Al principio las demás nenas la miraban con asombro, era diferente, pero al tener las articulaciones expuestas tenía mayor amplitud de movimientos, se podía sentar, cruzar las piernas y mantenerse de pie en cualquier actitud que yo deseara. ¡Era la reina de los movimientos! Me divertía mucho con ella, le hacía vestidos, tocados, y carteritas tejidas. Era mi fiel compañera.
Para mi cumpleaños, unos meses después, mi papá ya había conseguido empleo. Me sorprendieron con un regalo que no esperaba, una real muñeca “Cindy”.  Me sentí muy feliz de poder tenerla por fin entre mis manos, pero cuando la mire, supe que jamás podría llegar a ser como Susy, que a pesar de sus defectos había logrado instalarse en un lugar muy especial de mi corazón. Quizás, porque me había enseñado que aún siendo imperfecta tenía otras condiciones que me hacían feliz.
A medida que fui creciendo Susy se fue quedando a mi lado.  Cada vez que mi mamá la ponía en el cajón de los juguetes viejos para regalar, yo iba detrás y la rescataba. Hasta que por fin se dio por vencida y terminamos encontrándole juntas un lugar en la repisa donde estaban mis libros de la  universidad.
Ahora Susy,  que está casi pelada y con un brazo menos, ocupa un estante muy especial, entre los trofeos que ganaron mis hijos en la escuela y la foto de mis viejos. 
                                                                                  Sindel Avefenix

PD: Aquí les dejo una imagen que encontré de una muñeca muy parecida a Susy para que la vean.







                                        

sábado, 25 de febrero de 2012

Convocatoria para el 01-03-2012 - Este jueves un relato: "El apego a un objeto"

Este jueves tengo el placer de ser la anfitriona de los encuentros jueveros, quiero agradecerle a Gustavo que me dio esta oportunidad. Y de paso agradecerles a todos los que me acogieron en este maravilloso grupo que me llena de satisfacciones y alegrías.




 Este jueves un relato "El  apego a un objeto"








Todos alguna vez tuvimos apego por algo, hemos generado un vínculo estrecho con una cosa de la cual no queríamos separarnos ni desprendernos. Un juguete, una prenda de vestir, o algo que nos haya acompañado durante una etapa de nuestra vida, y que aunque ahora lo hayamos dejado relegado por diferentes razones, aun conservamos, ya sea materialmente o en nuestro corazón. Algo que nos traiga recuerdos, que haya sobrevivido a mudanzas, a limpiezas de placards, que uno haya estado por tirar cien veces, pero que a la larga lo haya vuelto a guardar por cábala, por nostalgia, o por apego.
Estoy segura que hay muchas historias maravillosas para contar detrás de esto, y sé que si no las hay podrán inventarlas de lujo,  así que aquí los espero con sus relatos  mis amigos jueveros.

Como siempre seguimos con las normas de Tésalo, cuando ya lo hayas publicado, dejame tu URL y publico tu enlace. Se admiten tempraneros que quieran publicar antes del jueves y  rezagados que publiquen con posterioridad.
Gracias por participar, un abrazo gigante 





miércoles, 22 de febrero de 2012

Convocatoria: Este Jueves un relato "Me ocurrió algo extraordinario"




No hay nada más estresante que las mudanzas, pero entre tanta locura, hubo algo que me trajo una brisa fresca de recuerdos en las recalentadas arcas de mi memoria.
En uno de los últimos cajones que vacié, encontré una cajita verde decorada con purpurina. Adentro y envuelta en un papel de servilleta estaba la pila de calculadora que había sido protagonista del incidente con Nicolás.
Vivíamos en el departamento de Boedo. Era un dos ambientes con un comedor muy chico, pero la habitación nos había permitido poner todos los muebles que teníamos. La cama matrimonial, las mesas de luz y en un rincón,  cerca de la ventana, la cunita de Nico que recién empezaba a caminar y se metía por todos lados abriendo cajones, y todo lo que estuviera en su camino.
Me acuerdo que estaba muy ocupada con los preparativos para su bautismo. Habíamos coordinado festejar su primer año y el bautismo juntos para ahorrarnos un poco de dinero. El taxi que manejaba Claudio era de alquiler y nos dejaba muy poca ganancia para vivir. A mí, me habían despedido de mi trabajo hacía unos meses y estábamos apretadísimos con todo.
Había decidido mirar todos los programas de “Utilísima” para sacar ideas simples y hacer yo misma todo lo que fuera parte de la decoración, y las tarjetas. Por suerte los padrinos se habían encargado de los souvenirs, la torta y la ropa del agasajado.
Los días anteriores fueron una locura, organizar la comida, los invitados, la Iglesia, la ropa, etc. Estaba estresadísima y Nico no paraba de portarse mal.
El viernes, cuando faltaba solamente un día, yo estaba en el comedor distraída terminando las guirnaldas. De golpe me di cuenta que Nico estaba muy callado, y fuera de mi vista.  Entré rápido a la habitación y lo vi. Fue todo en un segundo, tenía en su manito la calculadora de bolsillo, había abierto los cajones de las mesas de luz, la tapa de la calculadora estaba en el piso, y la pila brillaba sobre su lengua como si fuera un caramelo. ¡Grité! Le pedí que no la tragara y que abriera la boca, pero en un acto de desafío tragó saliva y la pila no brilló más.
Corriendo, desesperada, lo alcé en mis brazos, tomé un taxi y lo llevé al Hospital. Le expliqué al pediatra de Guardia lo que había pasado, pero no me creyó. Me dijo que seguramente me había parecido verla en su boquita. Por las dudas me mandó a hacerle una placa, y me pidió que me quedara tranquila, porque iba a salir todo bien.
Cuando vi la cara del radiólogo, supe que yo tenía razón. Me preguntó qué era lo que se había tragado. Le conté que era una pila, y muy nervioso salió corriendo llevándose la placa para que la viera el pediatra. Cuando me llamaron al consultorio estaban pálidos, la pila estaba alojada en el esófago y había que rogar que no se encapsulara, ni se reventara  por efecto de los ácidos estomacales dentro del cuerpo. Nos fuimos a casa, con una dieta estricta de coliflor con salsa blanca, puré de calabaza, Danonino y mucho líquido. Había que esperar dos días, revisar los pañales minuciosamente, y tener la suerte de encontrar el tesoro perdido.
Cuando llegó mi marido y le conté, me propuso suspender la fiesta, pero después de pensarlo continuamos con todo sin decirle nada a nadie. El sábado pasó entre la angustia de no encontrar nada en el pañal, y la excitación de Nico por ver tanta gente que lo mimaba. El bautismo estuvo hermoso, los padrinos se emocionaron mucho, y la fiesta salió como todos esperábamos. Esa noche no pude dormir. Nos quedaba un día y si no pasaba nada, tenía que volver a llevarlo para que probaran con una cirugía para extraerle la pila ilesa.
El domingo se hizo larguísimo, cada vez que revisaba un pañal me temblaban las manos, y se me agitaba el pulso. A la noche empecé a prepararme para lo último que quedaba por hacer. Mi marido estaba preocupado, trataba de animarme pero mis pensamientos eran funestos y me sentía culpable por haberlo descuidado. Después de cenar, llevé a Nico a bañar, lo cambié y lo dejé que jugara un rato mientras le hacía engullir un Danonino  medio a la fuerza. De repente lo vi colorado y  sentí un olor insoportable que venía en oleadas. Recién le había puesto el pañal limpio para la noche, pero me di cuenta que lo iba a tener que cambiar otra vez. Cuando abrí el pañal, ya con la resignación de no encontrar nada, un brillo metálico apareció entre una pasta verde mezcla de restos de coliflor y calabaza. Nunca había visto un brillo más hermoso que ese, lo agarré con un algodón y casi muero de felicidad cuando confirmé que era la pila. Corrí a avisarle a mi marido, que de la emoción se tiró el café encima y terminó quemándose la pierna. No importaba, nada importaba. Nico estaba sano y recuperado sin necesidad de ninguna cirugía.
Tomé la pila, la limpié  bien con alcohol,  y la envolví en una servilleta.
La última vez que la vi, hasta hoy, fue cuando la puse en la cajita verde decorada con purpurina. La misma que hoy tengo en mis manos, con las que estuve embalando todo para empezar una nueva vida con mi hijo, que ya tiene diecisiete años y, que una vez, hace muchos años se tragó una pila, la tuvo en su cuerpo dos días y después la dejó salir.
                              Sindel Avefenix

Más relatos extraordinadios en lo de: Maru

miércoles, 15 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Tuve un sueño"




La espera
Llegó temprano a la estación de Flores con la ansiedad galopándole en las venas, y un manojo de sueños macerados en su necesidad de creer que ésta vez los haría realidad.
Se sentó sobre un banco viejo que estaba en el medio del andén para esperarlo. Sentía un nudo en el estómago, los minutos pasaban lentos, desesperantes.
Parecía que el sonido del tren le llegaba desde muy lejos, pero se dio cuenta que era su imaginación la que lo producía para acelerar el momento de la llegada.
La gente iba llegando al andén, pasaban delante de ella sin detenerse a mirarla, cada uno en su propio mundo, algunos la empujaban al pasar para acomodarse, pero no le importaba nada.  Ella seguía ahí, estática, con la mirada clavada en las vías, presintiendo el momento del encuentro, dibujándose en la mente cada escena, cada mirada, cada beso que él había prometido que le daría.
- Esta vez es para siempre -  le había dicho él.
Y ella le había creído.
- ¡Ahora sí!… ¡Viene el tren!... ¡Viene! …
Sintió el traqueteo desde cerca, el silbato anunciando el arribo, la gente que se apelotonaba para poder subir primero. Parecía que no terminaba nunca de parar en la estación. De repente se le cruzó la idea de que podía seguir de largo y se estremeció.
Le temblaban las piernas, estaba fuera de sí, deseosa de estar ya entre sus brazos para convertir en realidad ese cúmulo de ensoñaciones que la acompañaban desde que lo había conocido.
Por fin el tren paró, empezó a bajar la gente y ella a buscar la cara de su amante entre miles de caras desconocidas. Miró para todos lados, en todos los vagones, en todas las ventanillas, pero no lo encontró.
Su ansiedad se convirtió en agujas que la traspasaban, corrió de un extremo al otro de la estación con la ilusión de haberlo perdido de vista en el tumulto.
En pocos minutos el andén quedó vacío, y él no estaba…
El tren se fue despacio, llevándose consigo sus sueños, dejándola una vez más con el alma llena de amargura y desesperanza.
Ya no recordaba cuantas veces había padecido la misma escena, cuántos despertares abruptos la habían empujado a la realidad del olvido, ni cuantas lágrimas había derramado en su nombre, pero se juró a sí misma que éstas serían las últimas.


Más relatos de sueños en lo de: Pepe

jueves, 9 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "El arte de observar"


"Foto cedida por ElSilencio en Devianart"

Olvidar y recomenzar


Habían pasado varios meses desde que la había dejado, todo ese tiempo había luchado contra su corazón para poder olvidarlo. Noches enteras llorando, tocando con la yema de sus dedos ese espacio vacío en la cama. Había perdido el apetito, estaba extremadamente delgada y no le encontraba sentido a sus días.
Sus seres queridos la llamaban todo el tiempo, la acompañaban pero ella no podía dejar de sentir ese nudo apretado en la garganta, esa culpa constante de ser una mujer de cuarenta a la que su marido había dejado por otra más joven.
Cuando vio el anuncio de esa nueva empresa no dudo en buscar información. Los comentarios de la gente que había utilizado ese servicio eran excelentes. Leyó una vez más el slogan “Olvidar y recomenzar”.
Decidió ordenar su casa, y deshacerse de todas las cosas que la ataban a ese hombre. Rompió fotos, quemó cartas, regaló ropa vieja. Una vez que tuvo todo listo, se dispuso a presentarse en ese prometedor lugar.
Cuando llegó, la hicieron completar un formulario para que especificara claramente cuál era el recuerdo que quería borrar de su memoria. Luego pasó a una sala donde había una fila bastante concurrida delante de ella. Se armó de paciencia mientras inspeccionaba con sus ojos el lugar. Era amplio, casi en penumbras, sin más muebles que una silla vacía y una gran escalera. Al final de la misma había luz. Seguramente ahí le aplicarían la inyección que tanto anhelaba, la droga del olvido.  Y por fin podría liberarse de ese recuerdo amargo de abandono y frustración que la estaba acosando y destrozando.
Llegó su turno, miró la escalera que se desplegaba delante suyo. Era enorme, tenía veinte escalones, altos, difíciles de subir.
El primero lo subió rápido, sin dudar. Luego el otro, y otro… En la mitad del ascenso se detuvo, comenzó a sentir su mente inundada de momentos pasados… La primer cita, el compromiso, la boda…
Siguió adelante… La entrada a la iglesia, su vestido blanco, la luna de miel en Cuba…
Otro más… La compra de la casa, el proyecto de quedar embarazada, los tratamientos para fertilidad…
Quedaban pocos escalones… Las discusiones, la falta de intimidad, las sospechas…
El último escalón… El abandono, la violencia, las agresiones verbales…
Llegó a la puerta iluminada y entró, había tomado una buena decisión.
Salió de allí con una sensación de felicidad y renovación completa. Se acordaba de todo pero había algo que había quedado completamente en blanco. No le importaba, se sentía plena. Abrió la puerta de su casa, tiró el abrigo sobre el sofá y puso la contestadora para ver si tenía mensajes. Había uno, desde el otro lado de la línea un hombre le hablaba de arrepentimiento, de errores, de recomenzar.
Sin dudar borró el mensaje, seguramente era alguien que se había equivocado de número.
Por primera vez en meses volvió a dormir y a  soñar.
                                                                            Sindel Avefenix

Más relatos de "El arte de observar" en http://maticesdecolores.blogspot.com


miércoles, 1 de febrero de 2012

Convocatoria: Este jueves un relato "Persona que es curiosa tiene refrán para cada cosa"

Para este jueves busqué y rebusqué refranes para poder escribir un relato. Me quedé en blanco, eran tantos que no pude redondear una idea. Y bueno, suele pasar que a veces las musas no nos llegan a tiempo, pero igual escribí esto, para no dejar de estar presente. Espero que de todas formas les guste.





“Lo esencial es invisible a los ojos”
Cuando te miro profundamente desde mis ojos hacia tus enormes ojos negros, y me veo reflejada en tus pupilas, comprendo que te has vuelto esencial para mí.
No quiero que seas invisible, quiero que sigas ahí para poder reflejarme en vos, en esa unión mágica que hace que por un instante podamos vernos uno posado dentro del otro como un espejo que devuelve lo que sentimos.
Quiero conservarme iluminada en tus ojos, perderme enredada en tus pestañas, convertirme en paisaje y adentrarme en vos para devolverte un poco de toda esa serenidad que me das cuando estás conmigo.
Lo esencial es invisible a los ojos, pero mis ojos pueden ver lo esencial cuando te miro, a través de ese lenguaje silencioso que inventamos para decirnos tantas cosas tan solo con la mirada.


“A buen entendedor pocas palabras”
Solamente dos palabras pronunciadas desde tu boca y a través de tu voz.
Dos palabras que significan más que cualquier libro que se haya podido haber escrito, que muchos dicen de memoria, que otros dicen sin sentido.
Solamente dos palabras para poder sostener mis sueños, para poder soportar esperas, y alimentarme de  esa savia que corre por mis venas antes de cada encuentro.
Solamente dos palabras, porque soy buena entendedora y porque me basta escucharlas saliendo desde tus rincones más íntimos en ese momento perfecto donde las palabras se sostienen con los hechos.
A buen entendedor pocas palabras… Solamente dos…


“En casa de herrero cuchillo de palo”
Yo que era un alma con alas enormes que  se desplegaban sin cesar en eternos vuelos, que nunca había aterrizado por demasiado tiempo en ningún lugar.
Yo que tantas veces dije que no iba a encadenarme a ningún sentimiento terrenal que me cambiara el destino, o la libertad que buscaba.
Hoy estoy acurrucada junto al fuego de mis pasiones, esperando con ansiedad que llegues a mi lado para llenarme con tus besos y hacer de tu cuerpo mi eterna morada, el lugar donde siento que puedo ser libre y esclava al mismo tiempo.
Estoy con las alas plegadas,  han mutado en raíces que siembro entre tus cabellos, y una soga invisible me ata, como hechizada, a tus deseos.
En casa de herrero cuchillo de palo… Quien me ha visto, y quien me ve…

                                                         Sindel Avefenix

Más relatos con refranes en lo de: Verónica