El deseo
Por fin llegó el momento. Después del largo viaje sus pies rozan el borde del pozo de los deseos. Le dijeron que era un pozo milagroso, que cumplía los deseos de inmediato, pero que a pesar de ser mágico podía ser peligroso, todo dependía de lo que se le pidiera.
Mira la moneda que brilla en la palma de su mano temblorosa, sabe que al arrojarla puede ser libre o esclava para siempre. Todo depende del lado del que caiga, cara o cruz.
Cierra los ojos y la arroja, la ve caer hacia el fondo girando sobre sí misma, pero no puede lograr ver de que lado se deposita en el suelo húmedo y oscuro. Ya lo dirá el tiempo.
Vuelve a mirar sus manos vacías, desgastadas, y retrocede sobre sus pasos hasta la parada del autobús que la devolverá al infierno que es su vida. Sube y se desparrama sobre el asiento quedándose dormida.
Un golpe fuerte la despierta eyectándola de su asiento, mucha gente está herida pero ella todavía puede sostenerse sobre sus piernas y caminar. Logra salir por una de las ventanillas y ayuda a sacar a las demás personas que están atrapadas. Por suerte no son tantos y están solamente un poco heridos, no hay ningún muerto.
Agotada se aleja un poco para observar lo que pasó. El autobús está deshecho y entre la maraña de hierros retorcidos llega a divisar lo que queda del automóvil contra el que colisionó.
No queda nada del mismo, es una masa comprimida de metal ardiente a punto de explotar. El conductor está atrapado dentro ya fallecido. Lo único que queda intacto reposando a un costado del desastre es una chapa blanca con letras y números. Es la patente del vehículo que en el impacto se desprendió. Se agacha para tomarla y al mirarla se da cuenta que esos números y esas letras las sabe de memoria. No tiene dudas, es el automóvil de su marido.
Cae de rodillas sobre el asfalto caliente con la patente en la mano. Siente una mezcla de dolor y satisfacción, pero le gana la sonrisa.
La moneda cayó del lado correcto, deseo cumplido. Por fin es libre.
Sndel Avefenix
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