Hacía tanto tiempo que no la veía. Habíamos sido
inseparables, una misma. El complemento perfecto. Un ying yang donde una era el
blanco y la otra el negro.
Pero un día nos separamos. Yo me fui por otro
camino, fui el negro sin luz, sin blanco. Y ella se quedó distante mirándome, esperando mi retorno. Hizo lo que pudo por rescatarme de ese túnel hacia la
nada en el que adentré mis pasos. Mi vida perdió el sentido de la realidad y
mis días transcurrieron entre la nebulosa de los sentidos dormidos. Me despertaba
en cualquier cama que me asegurara las dosis de drogas que necesitaba para
escapar del mundo real. Cuando mi consciencia comenzaba a sentir que mis pies
tocaban el suelo, volvía a buscar a algún otro infeliz como yo, que por unas
horas de placer me diera lo que buscaba. No sé cuánto tiempo pasó. Pero en todo ese período jamás me miré al espejo, ni siquiera recuerdo en qué momento me duchaba o comía.
Hace dos meses me desperté en una cama distinta, tibia y con
muchos médicos que intentaban salvarme la vida. Me contaron que llegué allí
porque un alma piadosa me encontró tirada en la entrada del hospital, echando
espuma por la boca y con un charco de sangre entre mis piernas. Después supe
que había estado embarazada de seis meses, pero que el bebé no había podido vivir
a causa de mi intoxicación y descuido.
Me mantuvieron sedada durante un mes para poder
desintoxicarme. Ahora estoy internada en esta clínica de rehabilitación en la
que me han ayudado a confiar en mí misma. Y acá también fue donde la volví a
ver.
El reencuentro fue hace unos días cuando salí de la ducha. Yo
estaba desnuda parada frente al espejo y ella apareció justo ahí, reflejada enfrente de mí, tan
desnuda como yo de pasado, pero con una enorme sonrisa que anunciaba un futuro nuevamente juntas.
Sindel Avefénix
Más reencuentros en lo de: Juan Carlos - ¿Y qué te cuento?
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