Este jueves Mónica nos invita a inspirarnos en textos de grandes maestros. Nos ha dado varias opciones para elegir y para escribir, usando alguno de ellos como inspiración. Yo no pude resistirme al texto de mi amado Pablo Neruda. Así que con todo mi respeto hacia tan gran poeta, me he tomado la libertad de escribir este poema inspirándome en sus versos.
"Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos."
Es lo que leí en tus pupilas cuando irrumpiste,
o lo que pronunciaron las mías cuando te vi.
Llegaste, desde ese planeta tan lejano
que mis ojos percibían, ya, como perdido.
De un recóndito lugar desdibujado de mi universo,
oculto ante mis sentidos desde que lo deshabité.
Irrumpiste, invitando a mi integridad desintegrada
por los vaivenes de los fracasos adquiridos,
y tentaste a mi coraza de recelos a desbaratarse
obligando a mi anestesiado corazón a resurgir.
Y yo, que había clausurado todas las puertas,
todas las ventanas y todo haz de luz posible
que me trajera, apenas, un esbozo del amor,
apabullado por el destello que irradiabas, cedí.
La venda de mi desconsuelo cayó a mis pies
para desplegar ante mí
tu perfecta geometría
y mi inmediato deseo de cada vértice de ella,
y de cada rincón inexplorado de tu esencia.
Sentí tus manos temblorosas al acercarse,
tus preciosas curvas que al contacto se expandían,
mientras nuestras células renacían como pétalos
blancos, tersos, entregados al rocío de primavera.
La atmósfera se pobló de mariposas plateadas,
que bordaron con el fulgor de sus inocentes alas
una constelación brillante que germinó en mis retinas,
opacando el dolor profano de los antiguos estigmas.
Ya mis argumentos para la huida se han extinguido,
la sinfonía de tus suspiros apuntalan mi estadía,
mi permanencia es inminente y se va alimentando
del perfume desafiante que emerge siempre de tu piel.
Entonces, me entrego a la plenitud de tenerte y retenerte,
impregnando mi aura con la paz de tus caricias
y anido mi ser colonizado en el hueco de tu pecho,
refugio palpitante de tu sangre comulgando con la mía.
Y sé, por fin, que quiero macerar aquí mi existencia,
donde tu abrazo es la fuente vital de donde mana
el dulce zumo que mis viejos temores aplaca,
y que nutre de esperanza cada instante por vivir.
Sindel Avefénix
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