Avanzo, de a poco,
lenta y aturdida.
Estoy atrapada dentro de un laberinto construído con mis
esperanzas estafadas. Las mismas se fueron convirtiendo en ladrillos macizos,
multiplicados, que dejan entrever, en la altitud de los muros que se forman, solo
el ocaso de los días que van sucediendose ante mí.
Mis pies van dibujando en cada paso baldosas hechas de sueños abortados, brotes engendrados en el vientre infértil de la desesperanza. Mis ojos están cegados por la lobreguez del escenario en una oscuridad autoinflingida. Sigo, lucho, intentando vislumbrar entre las tinieblas una salida que me devuelva la paz y la dignidad que perdí. No la hay, recorro una y otra vez cada camino, cada atajo, y el final siempre es el mismo.
Mis pies van dibujando en cada paso baldosas hechas de sueños abortados, brotes engendrados en el vientre infértil de la desesperanza. Mis ojos están cegados por la lobreguez del escenario en una oscuridad autoinflingida. Sigo, lucho, intentando vislumbrar entre las tinieblas una salida que me devuelva la paz y la dignidad que perdí. No la hay, recorro una y otra vez cada camino, cada atajo, y el final siempre es el mismo.
Desesperada comienzo a trepar la pared, la más húmeda y
delgada que encuentro. Mis manos se desgarran sangrantes, pero sigo
ascendiendo. Un aire gélido que viene desde abajo me roza la espalda. Cada
centímetro avanzado es un pellizco de energía que me impulsa a no frenar.
Empiezo a ver la claridad, no miro hacia atrás, de las paredes agrietadas por
mis pasos se desprende una savia amarga que ahoga mis sentidos. Tambaleo, el
cansancio es superior a mis reflejos. Estoy cerca, tan cerca de llegar.
Desde el precipicio que voy dejando atrás un grito agudo
lleno de promesas afónicas me anestesia. Vuelvo mi rostro hacia ese oscuro
vacío. La fascinación de esa voz profiriendo utopías próximas, que necesito
creer, hace que mis piernas flaqueen y caíga.
Mientras voy cayendo busco aferrarme a algo, pero todo se desmorona convirtiéndose
en fuego líquido y borrando el camino de ascenso recorrido.
Un puño cerrado de mentiras me aprisiona la garganta reprimiendo mis quejidos, obligándome a callar todas las voces y absorbiendo completamente mi razón. Una sombra gigante me mira vencedora, puedo ver en su pecho abierto un corazón seco y palpitante que se nutre con la sangre espesa de mi fracaso. Sus ojos destellan el placer sádico de haberme retenido. Con maligna habilidad me manipula y me encadena a esa múltiple boca dentada que me traga una vez más hacia el abismo de la espera y la soledad.
Un puño cerrado de mentiras me aprisiona la garganta reprimiendo mis quejidos, obligándome a callar todas las voces y absorbiendo completamente mi razón. Una sombra gigante me mira vencedora, puedo ver en su pecho abierto un corazón seco y palpitante que se nutre con la sangre espesa de mi fracaso. Sus ojos destellan el placer sádico de haberme retenido. Con maligna habilidad me manipula y me encadena a esa múltiple boca dentada que me traga una vez más hacia el abismo de la espera y la soledad.
Sindel Avefenix
Rotundo, desalentador, doloroso camino hacia el abismo. En la cumbre respiras hondo, y tus ojos miran el paisaje, el sol a lo lejos, tíbio, te acaricia, en el borde del precipicio crece una planta insignificante, luchando por la vida, callan las voces, se evapora la sombra, y te inclinas para ver crecer a esa planta que acaba de nacer en tu corazón.
ResponderEliminarBesitos cariñosos.
Despierta, Sindel, es sólo una pesadilla, aunque está tan bien descrita que hasta parece real...
ResponderEliminar:)
Besos
Adentrarse en tus palabras es perderse en el laberinto. Se sufre, se transpira, provoca una extraña sensación de desesperación. Imagino que un laberinto, huele a encierro. A veces, la vida nos pone circunstancias que se parecen a este costoso transitar que tan bien has descrito y que desde aquí, se vivencia de manera casi real. Muy buen modo de expresarlo Sindel, causa efecto!
ResponderEliminarBesos al vuelo!
Gaby*
Muchas gracias a todos por leerme y por sus comentarios!!!
ResponderEliminarAbrazos