Mi jueves
Quiero aclarar que cometí un error, este relato ya lo había subido antes en mi blog, la verdad lo había olvidado por completo, gracias a Mónica que me lo recordó me di cuenta.
Lo elegí porque me pareció que cumplía más que ninguno con la consigna, a los que lo hayan leído antes les pido disculpas por la repetición.
Les dejo un nuevo relato que escribí hoy para cubrir esta falta.
Gracias :)
Susy, la otra muñeca
Para el cumpleaños de Fabiana, el papá le trajo de
regalo una novedosa muñeca “Cindy”.
Era increíblemente hermosa, rubia, de
cabello ensortijado y tenía una carita perfecta. Sus brazos y piernas se
articulaban como los de una persona. Tenía la piel suave y muy bronceada. Fabi
me la prestó un rato y yo no podía dejar de mirarla, moverle los brazos, e
investigarla. Apenas llegué a casa les pedí a mis papás que me compraran una.
Ellos me explicaron que esas muñecas eran importadas, y que en ese momento no podían
gastar tanto dinero porque a papá lo habían despedido de su empleo. Pero, si
esperaba hasta Navidad, iban a hacer lo
imposible para darme el gusto. Faltaban dos meses para que llegaran las fiestas
y yo no dejaba de soñar con tener esa
muñeca en mis manos.
Cuando llegó la Navidad en el árbol
estaba mi regalo. No aguanté hasta las doce, y lo abrí a escondidas para espiar
si era lo que tanto esperaba. Mi mamá, que me vio justito, me dijo que ya que
había empezado a abrirlo lo hiciera de una vez. Mis manitos arrancaron el papel
plateado y descubrieron una caja que decía: “Susy, la primer muñeca articulada
nacional”. La saqué sin respirar. Era
más chiquita que la “Cindy”, pero a simple vista estaba bien. Venía vestida con
un conjunto que le cubría los brazos y las piernas, y tenía el cabello recogido
en una larga trenza rubia. La verdad, no me gustaba mucho lo que veía, pero la
llevé a mi cuarto y empecé a observarla mejor. Le solté la trenza y empecé a
peinarla, gran parte del cabello se quedó en el peine, ya habíamos empezado
mal. Dejé eso para otro momento y me dediqué a sacarle la ropa para ver como
era su piel. Me sorprendió ver que era blanca, y al tacto dura y áspera. Sus
brazos se articulaban, pero las articulaciones se veían y eso le daba un
aspecto monstruoso. Me puse a llorar, la muñeca era espantosa. Me daba vergüenza
tener que mostrarle a mis amigas ese regalo. La dejé a un costado sin mirarla y
me fui a dormir.
Al otro día todas las nenas del
barrio sacaban sus “Cindy” a la calle para jugar, yo me hice la tonta y les
dije que me la había olvidado en casa. Estaban orgullosas de sus muñecas
perfectas, las vestían de novia, de princesa, de señoritas. Cuando llegué a
casa mi mamá estaba triste. Me preguntó por qué no había llevado mi “Susy” para
jugar. Me puse nerviosa y admití que no me había gustado, porque era imperfecta
y muy diferente a las otras, y si mis amigas la veían se iban a reir de mí. Y
esa fue la primera vez que la vi llorar. Me abrazó fuerte y me pidió perdón por
no haber podido comprarme la muñeca que deseaba. Me contó que habían tenido que
ahorrar mucho para poder llegar a ésta, y que, tanto ella como papá, habían
estado contentos de poder hacerlo y darme esa alegría. No dije nada y fui a mi
cuarto con un nudo que empezaba por apretarme la panza y me subía hasta el
pecho. Me senté en la cama, miré a Susy que tirada en un rincón me miraba con
sus ojos celestes y sus pestañas delineadas. La tomé en mis manos y muy
despacito empecé a trenzarle el cabello. Le inventé un peinado alto para
disimular la parte que se le había salido. La volví a vestir haciéndole un nudo
en la blusa que le daba un aire canchero. ¡No había quedado nada mal! Esa noche la puse en mi cama para dormir.
A partir de ese día la llevaba a
todos lados para jugar. Al principio las demás nenas la miraban con asombro,
era diferente, pero al tener las articulaciones expuestas tenía mayor amplitud
de movimientos, se podía sentar, cruzar las piernas y mantenerse de pie en
cualquier actitud que yo deseara. ¡Era la reina de los movimientos! Me divertía
mucho con ella, le hacía vestidos, tocados, y carteritas tejidas. Era mi fiel
compañera.
Para mi cumpleaños, unos meses
después, mi papá ya había conseguido empleo. Me sorprendieron con un regalo que
no esperaba, una real muñeca “Cindy”. Me
sentí muy feliz de poder tenerla por fin entre mis manos, pero cuando la mire,
supe que jamás podría llegar a ser como Susy, que a pesar de sus defectos había
logrado instalarse en un lugar muy especial de mi corazón. Quizás, porque me
había enseñado que aún siendo imperfecta tenía otras condiciones que me hacían feliz.
A medida que fui creciendo Susy se
fue quedando a mi lado. Cada vez que mi
mamá la ponía en el cajón de los juguetes viejos para regalar, yo iba detrás y
la rescataba. Hasta que por fin se dio por vencida y terminamos encontrándole
juntas un lugar en la repisa donde estaban mis libros de la universidad.
Ahora Susy, que está casi pelada y con un brazo menos,
ocupa un estante muy especial, entre los trofeos que ganaron mis hijos en la
escuela y la foto de mis viejos.
Sindel Avefenix
PD: Aquí les dejo una imagen que encontré de una muñeca muy parecida a Susy para que la vean.
Hola Sindel:
ResponderEliminarMe enorgullece inaugurar el post de hoy
Bueno, yo creo que a mi despacho le pasa un poco como a Susy. No será el puesto perfecto que había soñado, pero con el tiempo le tomaré tanto cariño, que no me querré desprender de él, así le falte un buen techo ( como el cabello de Susy), o unos buenos ordenadores ( como la ropa de Susy) o se me inunde de vez en cuando ( como el brazo perdido de Susy).
Abrazos y café
Wendy
Sindel, dulce y amable conductora,
ResponderEliminarcreo que las imperfecciones de Susy estimularon la creatividad y el caracter de la niña, esa Navidad aprendió muchas cosas, porque cuenta el esfuerzo y el cariño con que se hacen los regalos, no su precio.
Con el tiempo, Susy está presente, pelada o vieja, aún es la mejor muñeca, un testimonio imprescindible que acompaña los años. Besitos cariñosos.
Ay, ay, ay... recuerdo yo unos Reyes, hablando de muñecas, a los que pedí una muñeca cabezona pero muy original, la vi en un escaparate y me encapriché ¡¡¡ya tenía 11 años!!!!
ResponderEliminarLos malditos reyes me trajeron un muñeca horrorosa de pelo blanco y un lazo que lo sujetaba detrás, en la nuca. Cuando la quise peinar, el pelo se quedó en el peine... los gritos todavía deben resonar por aquellos barrios.
¡Qué trauma! Evidentemente no la conservo.
UN beso.
Y yo, faltaba yo...
http://hel-leniko.blogspot.com/
Los niños son egoístas por naturaleza, pero unos padres ejemplares hacen y modelan el carácter y esa muñeca es el emblema de la educación que te dieron y a los valores que has aprendido, haces bien en conservarla, porque esos mismos valores son los que seguro te han hecho crecer y convertirte en mejor persona y serán los mismos que transmitirás a tus hijos, bien por tus padres, no somos lo que poseemos materialmente, si no lo que nos alimenta por dentro, miles de besosssssssss
ResponderEliminarPara los niños es dificil entender que muchas veces los regalos vienen de unos esfuerzos que no siempre se pueden realizar. Fue una buena lección de realidad, esas navidades aprendió que el mejor regalo es el que se hace con el corazón.
ResponderEliminarConductora, un abrazo
Tu querías tener la misma muñeca que el resto de niñas, aunque al final te diste cuenta de que la tuya, precisamente por ser diferente, tenía algo que la hacía especial, y ya no quisiste despegarte de ella. Leyendo tu relato me vienen a la mente mis primeros recuerdos sobre un Día de Reyes. Mi regalo fue un Nenuco con un maletín rosa lleno de ropita, al igual que tu, todavía conservo el muñeco con mucho cariño. Por cierto, ya publicaré mi relato en cuanto pueda, ¡espero llegar a tiempo! Un beso.
ResponderEliminarlo que desprende esta historia me encanta...trabajos mil de unos papás para poder regalar a su hija...hija que no comprende aun lo que es el esfuerzo,pero hija que se rinde al ver llorar a mamá, es decir, al ver llorar a la persona mayor y que es la encargada de ser el ejemplo a seguir, y que es la encargada de mostrar lo que es la fortaleza...niña que acaba comprendiendo...me encanta, sindel lo que rezuma esta historia, la de moralinas que hay...
ResponderEliminarmedio beso.
Recuerdo haber leido anteriormente esta historia¿me equivoco o ha sido premonición? jejeje
ResponderEliminarSí, estoy segura de haberme ya emocionado con tu recuerdo de infancia e inocencia.
Un abrazo.
Tu relato me llevó derechito a la maternidad...
ResponderEliminarTus padres te dieron el camino para comprender muchas cosas y esta experiencia te forticó.
Por suerte la frustración no fue tan grande, como para no aprender la lección.
Muy tierno y conmovedor.
besos y abrazos, Conductora.
Una historia dulce y con una lección sin igual de que cuando cogemos cariño a alguien o algo ya no importa como es o deja de ser.
ResponderEliminarEs ese cariño que le tenemos el que nos hace feliz con las cosas que poseemos aunque no sean ni las más caras ni mejores.
Una delicia leerte.
Un beso Sindel.
Lo que se regala desde el amor, pese a tener menos calidad, tiene un calor añadido que explicas muy bien en esta entrada.
ResponderEliminarBesos Sindel y beso para esa Susy.
Que historia tan linda! Una Susy vale por 10 Cyndis, aún hoy pelada y manca, el recuerdo que trae consigo no tiene precio.
ResponderEliminarEl comentario de Verónica me recordó a mi muñeca de pelo blanco, la peinaba veinte veces al día. Me tenía fascinada esa cabellera nívea. Hasta el día en que uno de mis hermanos en venganza por algo, agarró una tijera y horror! la dejó casi pelada. Todavía la conservo y todavía le hago recordar el hecho al coiffeur asesino cada vez que puedo jajaja.
Un beso
Sabía que te lo había leido antes!!!
ResponderEliminarfue en otro jueves, cuando tocamos el tema de los excluidos!
Aquí está el enlace
http://palabrasdesindel.blogspot.com/2011/11/convocatoria-de-jueves-literario-el.html
Me imagino que ahora te quedarás más tranquila! jajajaja
Besos.
Esta bien que te dieras cuenta lo que había significado para tus padres que te compraran esa muñeca, hay niños que no lo hubieran comprendido. Uno a veces quiere las cosas por imitación; pero a veces en lo diferente está el valor, y eso es lo que tu supistes comprender.
ResponderEliminarUn abrazo